Benita Galeana no es lo que se conoce como “un escritor profesional”. Tampoco es, una “artífice” o “virtuosa” del lenguaje, que es una de las formas en que se ha querido considerar, a lo largo de la historia, a los que escriben. Y su libro, consecuentemente, no es un artificio ni contiene ningún virtuosismo. Por el contrario. Benita —que ése es el título de esta novela-biografía-poema-testimonio, y quién sabe cuántas cosas más— no es sino un libro cargado de vida, de experiencias, de esfuerzo, de superación. Ernesto Sábato nos dice, en su más reciente novela, que un gran escritor no es ningún virtuoso del idioma sino que, sencillamente, “un gran escritor es un gran hombre que escribe”. Ninguna definición podría venirle mejor a Benita Galeana, y esto se prueba con la lectura de Benita, su libro, que no es más que la historia de una gran mujer, y el resultado de que una gran mujer se decidiera a escribir su vida.