Todos los caminos conducen a Shakespeare y él, a su vez, como un bipolar imán es al mismo tiempo el centro y el punto de fuga: origen de todo y motivo para su eterno retorno. Pareciera entonces que su literatura nos convoca a mirarnos el rostro y reconocernos en nosotros y en los otros, en una dinámica que se aparta de la ficción y se instala en el mundo que concebimos como real, donde hay héroes y pesadillas, sueños aciagos y también alucinaciones y tempestades. Es ésta, pues, una suerte de venganza shakesperiana. En cuanto humanos, no podremos librarnos de su dulce y a veces también amargo yugo. Una reunión de artículos como los que conforman este volumen da cuenta del ritornello constante, elocuente y bien necesario, ante su obra abierta e infinita. Magna. Inabarcable. Y que siempre, también incansable, apela a redescubrir y reinventar la esencia de la especie humana.