Inventario de las cosas perdidas es un espejo vital en tiempos aciagos. Yaroslabi Bañuelos comparte con pericia, frescura y buen lente un retrato del mundo que se escurre entre las manos. Bajo el trazo en verso libre y el obturador sin freno podemos ser Kim Kardashian en la portada de Forbes, una botella de Coca-Cola que produce serotonina o un barco sardinero con la promesa de un mejor futuro. A la vez, desmantela los múltiples rostros a los que estamos aferrados: el sueño americano sobre un Mustang en llamas; un largo pasadizo de mirlos y araucarias; una cuarentena de diez años; la tristeza sumergida en el agua fría de los tinacos; una lista de mujeres que no se nombran porque el hastío pesa más que la verdad; las lenguas de Gioconda Belli, Olga Orozco o Alejandra Pizarnik; y los gestos de Charles Baudelaire, Emily Dickinson o Wislawa Szymborska. Yaroslabi Bañuelos mezcla lo sensorial con lo cotidiano, un espacio donde la realidad aún respira y la memoria nos espera en el límite de la esperanza.