En el presente tomo, Ricardo Pérez Quitt sigue una línea postmoderna de tensiones y conflictos irresolubles. El tomo incluye, además de dos trilogías (Teatro del terror y Carpa Pedro Infante), una obra inédita (El Vulcanólogo), dos piezas para niños y una colección de seis piezas breves reunidas bajo el título de Esquilofrenia. Estas quince obras en su conjunto ofrecen una variedad técnica, estilística y temática. La mayoría de sus personajes que pueblan sus obras se encuentran en un callejón sin salida. El creador y la criatura desean ver la vida desde cerca para asegurarse de que están vivos, el autor bien sabe que la vida no depende de uno mismo, sino de la interacción con su contorno, con sus personajes, por sórdidos que sean.
Su producción ofrece el uso de la metáfora para trascender la realidad inmediata, la intertextualidad, el fin sorprendente, donde suele aparecer un ser onírico, un enredo inesperado o una irónica vuelta de tuerca, y el mise en abyme creado por el paralelo teatral. Pérez Quitt no pretende que su teatro sea realista, sino hace todo lo contrario para que el realismo trascienda, sea mediante imágenes oníricas, un ambiente vodevil, el marco metateatral, la metáfora o el uso, consiente o subconsciente, de técnicas brechtianas.