La República de Pericrania es una isla que no aparece en el mapa. La compraron, o eso creen, unos diplomáticos jubilados que, en realidad, son el rostro ingenuo de un paraíso fiscal en el que maniobran en secreto defraudadores con apoyo de sicarios, a cual más peligrosos. Desfilan personajes de Senegal, Argentina, Italia, Mongolia, Marruecos, Polonia, México y un numeroso elenco de latinoamericanos. Jóvenes y no tan jóvenes, mujeres hermosas, homosexuales, diplomáticos y estudiantes en medio de proyectos inventados de política exterior, ceremoniales y protocolos exóticos para el común de los mortales. Hay historias de amor y desamor en esa Ínsula Barataria en la que los protagonistas tienen algún parentesco con la realidad del Servicio Exterior, inesperada, intensa e incluso ridícula.