Nuestro poeta fecha todos sus poemas, poniendo el mes, el día y la hora en que dio término a su escrito, porque sabe, como lo acaban de intuir sus lectores, que el momento, inexorablemente arrojado a su extinción por la perversidad del reloj, solo puede escapar del polvoriento olvido si logra reencarnar en recuerdo, y porque se halla justamente convencido de que, quien conoce el modo de viajar a la parte oscura de su materia gris, y descubrir el lado estético del yo y su circunstancia, también puede empeñarse en una permanente lucha cuerpo a cuerpo contra la muerte y su ineluctable afán de diezmar la memoria.
Enrique González Rojo
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2003. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.