¿Cómo llamar a las formas mínimas que aparecen en el horizonte de la producción literaria? ¿Qué resultados funcionales puede arrojar emprender una indagación en su nomenclatura? ¿o quizá debamos trazar coordenadas para su clasificación, canonización y estudio? ¿Sería más aconsejable, tal vez, proceder inductivamente y examinar la producción específica de autores y autoras de esta especie textual? Plantear estas preguntas lleva a los apasionados por las formas breves a actuar, indefectiblemente, como aquellos lectores ideales de microrrelatos curiosos, atentos, pendientes de las múltiples interdiscursividades, intertextualidades y significaciones que habitan estas formas mínimas, los críticos-lectores se convierten en cocreadores y en coinvestigadores de su existencia- que no de la esencia, por siempre escurridiza- y, al hacerlo, colocan bajo el microscopio los devenires no sólo de las formas mínimas, sino también de las operaciones de lectura y análisis que se han hecho sobre ellas.
En el comienzo de La estética de lo mínimo. Ensayos sobre microrrelatos mexicanos se plantea un recorte sobre el área de estudios. Por esto el proyecto centró su atención en una especie literaria, el microrrelato o minificción, y en un sector geográfico: México.