Adolfo Castañón sube la escalera de una torre de libros. A cada peldaño, tuerce una breve corrección, conforme la escalera se va tornando espiral. A diferencia de las escaleras rectas, en ésta cada peldaño recodo donde es posible detenerse a respirar, y el ascenso, que hace las veces de una proyección hacia el cielo y una vértigo, existe viral perceptiblemente siempre un poco más y más hacia adentro, ci bien mirando hacia arriba. Castañón corta sus peldaños sobre la marcha. Cada escalón arranca, por el extremo del rodeo, labrando la piedra. Escalera irregular, hecha de todo material recogido en la labor, mantiene un desenvolvimiento en sus planos que quisiera dar a todas partes. El lema del constructor, que quizá quede grabado en el remate es “Yo, que construía una escalera, estaba alzando un mirador”.
En una peregrinación interior, al visitar la comarca de Montaigne, Castañón llega a la torre que ha venido subiendo.