El género negro goza de buena salud en México. Basta con hacer una inspección ocular en la escena del crimen, recoger las pruebas, analizar las evidencias e identificar a los culpables. Y para comprobarlo, aquí están estos 27 relatos.
En ellos hay misterio, investigación, intriga y acción. Se revela que el cantante de corridos Chalino Sánchez estudió Filosofía y Letras, escribía poesía y estaba influenciado por Federico García Lorca. La actriz Miroslava Stern, nacida en Checoslovaquia, tenía los mismos hábitos que cierto conde originario de Transilvania. La escritora Anaïs Nin contó con la protección de un detective privado para un encuentro amoroso —y extra marital— en un hotel de Puerto Vallarta. Y ya que se mencionó un hotel, en Ensenada existe uno con reglamento muy estricto, para uso exclusivo de asesinos, ladrones y estafadores. En cuanto a detectives, aquí hay varios: no son muy honestos ni sagaces, pero descubren a culpables y, en ciertos casos, hacen justicia por mano propia. No faltan, incluso, un policía judicial androide, una niña zombi en Viena y rituales aztecas de muerte, entremezclados con un sacerdote pedófilo, presidiarios y agentes federales violadores. Hay más: un inquietante enigma que involucra a las SS nazis y al Ejército Rojo en la Batalla de Stalingrado. Y de remate, un ghostwriter que salta a la fama gracias al asesinato de su empleador y un ex agente del Ministerio Público que finge estar muerto para poder terminar una novela sin que lo moleste su suegra.
Toda antología es por definición selectiva y, por tanto, arbitraria. Pero ésta es, sin duda, la más completa que se ha editado hasta el momento en México.
Coordinador de la colección Código Negro