Una de las mayores virtudes de El buen negro consiste en algo que Adolfo Caminha logró descubrir o intuir: los homosexuales no son estereotípicos: nada más lejos de la figura lánguida y refinada de los personajes proustianos; nada más lejos de los hipersensibles e inteligentes protagonistas de las novelas de Forster y Gide; nada más lejos de los “jotos” del cine mexicano sesentero, que el negro Amaro, Bom-Crioulo: borracho, parrandero y jugador, pero también ingenuo, generoso, tierno, enloquecido por el amor.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2008. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.