El asombro ante una realidad insólita y la pasión por la historia caracterizaron a una estirpe de escritores desde los inicios de la literatura nacional. En el siglo XIX, los autores fueron testigos y actores, como los poetas anónimos que escribían sus denuncias en los muros de la ciudad o Fernández de Lizardi, que vendía sus sátiras en pliegos sueltos. Guillermo Prieto es, quizá, el ejemplo más ilustre. Nació durante la guerra de Independencia y murió en pleno porfiriato. A lo largo de esos años hizo suyas las vicisitudes nacionales y fue el creador de una historia que mantiene vivos personajes y sucesos para los lectores de ayer y de hoy. El siglo de Prieto es pródigo en acontecimientos. Las nuevas de la invasión napoleónica llegan a una Nueva España dividida por la grave desigualdad social; en 1808 el Ayuntamiento de la ciudad de México reclama la soberanía para el pueblo y en 1810 Hidalgo se levanta en armas en Dolores. Así principia el XIX que termina, según algunos, con la entrada del presidente Francisco I. Madero a la capital de la república en 1911. Final de epopeya, porque hasta la tierra tembló. Las memorias de Prieto abarcan buena parte de ese periodo, desde su infancia hasta la vida y milagros de sus contemporáneos, los vaivenes de Santa Anna, la invasión estadunidense, el tiempo de Juárez y la generación de la Reforma. Esas páginas son uno de los mejores caminos para que los jóvenes lectores se acerquen a nuestro pasado y le pierdan el miedo a la historia.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1991. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.