“Creo no equivocarme si digo que Refractario es un libro que quema por sus efectos de fuego y de helada. Quema, arde, incendia, asfixia, libera, detiene, abruma, y vuelve a quemar, arder, incendiar, asfixiar, liberar, detener y abrumar. Lo hace de la manera más compleja: sencillamente, con las puñaladas de la mirada, con el filo más cortante de la palabra, con la presencia de ventanales pero también de sótanos, delante de un mar que es la parte más aciaga de la infancia, en los recovecos de una distancia que sólo indica la presencia de una herida expuesta a las ausencias, bajo el imperativo de una contemplación alineada con la existencia, entre cuadernos vacíos a punto de ser ocupados por una escritura que, se dice, es huérfana de idioma”.
Carlos Skliar