"En los inicios del siglo XVII, en medio de las convulsiones políticas de su momento, Shakespeare volvió la mirada al origen de la civilidad: Roma. Y en el debate que dio lugar a la arquetípica Civitas, su incipiente aspiración democrática halló, entre las páginas rememorantes de Plutarco, la figura legendaria de Coriolano y decidió componer su tragedia para iluminar la noche oscura en que se extraviaba la conciencia histórica de aquella actualidad barbarizada de Europa. El Coriolano de Shakespeare inaugura una interlocución apasionante sobre el dilema de la política que se debate trágicamente entre la civilidad y la barbarie de cuyo desenlace depende el fundamento de la aspiración democrática. La democracia es un fruto de la cultura. Por eso este debate trágico atraviesa la modernidad y nos alcanza con una vigencia sorprendente".