Además de su enorme importancia para la historia mexicana del siglo XX, la serie de aciagos sucesos de febrero de 1913 conocida como la Decena Trágica tuvo vastas repercusiones en distintas modalidades del arte; en primer lugar, en la literatura, tanto en su vertiente narrativa como en el ámbito autobiográfico; asimismo, en la fotografía, la pintura, el cine y el teatro (como texto y como espectáculo). Los ensayos reunidos en este libro estudian algunas de esas abundantes manifestaciones artísticas. Como complemento, se ofrece el texto de tres expresiones teatrales con Madero y la Decena Trágica: Madero-Chantecler (1910), El Tenorio maderista (escenificada en 1911 y publicada en 1912) y El país de la metralla (1913), revista del llamado género chico estrenada el 10 de mayo, apenas unas semanas después del asesinato de Madero y Pino Suárez (22 de febrero de 1913).
El título de este libro proviene de una fras de Alfonso Reyes, quien en su extraordinario texto autobiográfico Oración del 9 de febrero, tan profundo y doloroso para su autor que sólo se publicó póstumamente, cifró así el significado de la muerte de su padre, el general Bernardo Reyes, al inicio de la Decena Trágica el 9 de febrero de 1913: "Aquí morí yo y volví a nacer, y el que quiera saber quién soy que me lo pregunte a los hados de Febrero. Todo lo que salga de mí, en bien o en mal, será imputable a ese amargo día". En esta última instancia, más allá de las simpatías políticas de cada artista aquí estudiado, sin duda la Decena Trágica fungió como catalizador de sus capacidades creativas.