David Toscana, autor de Los puentes de Königsberg, El último lector y La ciudad que el diablo se llevó plantea una nueva versión del evangelio a partir de una controversial pregunta: ¿qué ocurriría si en el pesebre de Belén María hubiera parido una hija y no al niño destinado a convertirse en Cristo?
Ese día ya no ocurrieron milagros. Salvo los planetas, que se mantuvieron en sus órbitas perfectas, las muchas madres que dieron a luz y los vientres que se preñaron, las flores que se abrieron, el trigo que ofrecía su grano... y los poetas que componían versos para celebrar todas esas cosas.
María ha dado a luz, y su primogénita llevará el nombre de Emanuel. Esto no debió ser así y Jehová se siente defraudado; sin embargo, Emanuel es su hija y crecerá para convertirse en una mujer nada dispuesta a obedecer y callar, como se espera de todas, e iniciará la ruta de aprendizaje, prédica, proselitismo y milagros que habrá de conducirla a la cruz.
Mientras tanto, sentado a la derecha del Padre, el espíritu de Jesús está a la espera de volverse corpóreo para ser proclamado hijo de Dios, aunque esto tarda más de la cuenta, a pesar de los esfuerzos de cierto arcángel que ha sido confinado al reino de este mundo.
Evangelia sigue a la redentora y a sus apóstoles tanto como al Señor y su cohorte celestial, para mostrarlos en toda su majestad ante nosotros y proclamar así la buena nueva.