Tres días para completar un gesto en tres movimientos que van del infinito adentro al infinito afuera. Del pasado autobiográfico, sin traficar con “espejos de pérdida” ni “con esquirlas de antiguo yo”, al presente más inmediato, a la más rabiosa y desconcertante actualidad, ahora que “ninguna herida abierta muestra su brillo”. El extrañamiento, los pájaros y el caballo de Milán, el rescate del niño; la poesía como éxodo y expedición, el flujo del lenguaje en sus repeticiones; la acumulación de fuerzas que abre compuertas y el “cuidado del sonido”.
Un diálogo con poetas provenzales que aparecen con necesaria vigencia y que da como resultado un nuevo valor a la rima y un nuevo sentido al compromiso. “No voy a hablar de la muerte de la poesía”, dice “un hombre a cielo abierto”, sin embargo habla de “hombres y mujeres que trepan el monte para que no los devore el capital” y acaso anuncia con tristeza “el fin del tiempo del fracaso”; pero también, en lo alto del faro, en el límite, advierte que “hay que esperar un sol distinto” con “la locura suficiente para que se amplíe el marco”. Cómetelos, Milán, con palabras urgentes. ¿Pasaron ya los días de poesía sin clientes?