Ya desde el título de este libro el autor se muestra poco dispuesto a rendirle respetos a la gramática convencional y la alusión al escritor checo da certeza de no encontrar lo buscado en estas páginas: ningún hombre venido a bicho, ninguna alambicada reminiscencia de Praga. En Kafkapulco sólo habita lo inesperado.
¿Crónicas? Por supuesto, se trata de la más absoluta realidad, pero tamizada por los ojos irónicos de Aurelio Peláez Maya. Por su concisión e ingenioso humor, estos textos recuerdan a Augusto Monterroso, si al maestro del relato breve lo hubiera raptado la parranda. Quien quiera enfrentarse a estos divertimentos y verse recorriendo Acapulco en compañía de personajes con nombres ignominiosos como Epicrudo, Malicia o Antonio Puerto, que pase adelante. Caso contrario, lo más apropiado sería que se aleje a toda velocidad o estas narraciones podrían depararle consecuencias imponderables e indeseadas, como instigar a la risa o la imaginación.
Como en su mordaz relato «La creación», el escritor lleva a cabo su arte estupendamente; lo que pase después es culpa del lector.