Francisco Bulnes y Victoriano Salado fueron espectadores "in situ" de los años agraristas en la vida rural mexicana durante los años de 1923 a 1927, hasta el momento en que el silencio selló sus existencias, en el caso de Bulnes por el funesto fin que a todos aguarda, y en el caso de Salado por simple intolerancia presidencial que lo condujo a un segundo destierro. La mudanza de piel operada por el agrarismo fue un cambio de superficie epitelial, al latifundio de unos sucedió la previsible gran propiedad de sus relevos. La gran perspectiva que abre el tiempo en su ciego avance, se convierte en eficaz criba que deja correr las meras anécdotas y batahola de las pasiones humanas en el momento en que ocurren, para recoger o atrapar los hechos en su inamovilidad. Instalándonos en dicho escorzo con ventaja, es posible sentir el calado de proa de aquellos espectadores silenciados hoy día por el demoledor olvido.