La correspondencia de Elena Garro refleja el universo apasionado, inteligente y febril en que se debatía.
La crítica literaria Gabriela de la Mora ha publicado un libro muy importante, ya que reúne la correspondencia que mantuvo durante varios años con la escritora Elena Garro, gran figura femenina en las letras mexicanas del siglo 20. Bajo el título de Elena Garro. Correspondencia con Gabriela Mora (1974-1980), editado por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la investigadora ha logrado una obra que mantiene un fuerte atractivo, lo mismo como materia documental que como registro literario. Tanto los especialistas como los lectores comunes verán satisfechas sus expectativas por la riqueza múltiple que el libro expone. Se sabe que la literatura mexicana ha sido escasa en la producción de escritura vinculada al ámbito privado. Escasean los diarios, las memorias y las correspondencias, estas últimas ya en franco retiro por el auge de formas comunicativas de índole instantánea, como el correo electrónico, que dan cuenta de las fluctuaciones de la subjetividad de quienes escriben.
En el fondo de tal escasez pueden aducirse razones culturales, por ejemplo, el predominio de un sentido de la privacía debido a las inercias de una sociedad tradicional o conservadora, cuyo proceso de emergencia de la individualidad moderna ha sido lento y de complicada autoafirmación ante el peso institucional (iglesia, comunidad, familia, escuela, gobierno).
Justo cuando en las últimas décadas comenzaba a experimentarse un cambio en dicho proceso, que ha fortalecido la autonomía individual, la centralidad de la letra impresa se vio trastornada a su vez por el protagonismo de nuevos procedimientos comunicativos. El impulso de éstos tiene algo de caótico, y hace por ahora difícil pronosticar sus resultados, en especial si se atiende a la moda de las bitácoras íntimas en internet llamadas blogs, que muchas veces suscitan un afán compulsivo por la tipografía que se agota en sí mismo, más que por la búsqueda experimental de significados.
La correspondencia entre Garro y Mora lleva el signo de una amistad tensa y plena de altibajos, como suelen ser algunas relaciones afectivas, en particular, porque se dio durante un periodo de crisis en la vida de la escritora, inmersa en el escándalo político del movimiento estudiantil de 1968, la sobrevivencia precaria, la permanente errancia, la angustia de verse acosada. Como hace notar Lucía Melgar en su exacta nota de presentación, aquellas cartas consignan la estancia de Elena Garro en Nueva York y en España, que retomaría en las novelas Testimonios sobre Mariana y La casa junto al río, y en los cuentos de Andamos huyendo Lola, así como en Memorias de España 1937.
Las cartas de Elena Garro reflejan el universo complejo y apasionado, inteligente y febril en que se debatía. Una pugna interna entre su misantropía, su rencor ante la clase política mexicana, su repudio a su ex marido, el poeta Octavio Paz, su visión idílica de los indios a los que identificaba con algún aura de pureza primigenia, su fobia a las burocracias, su odio a los círculos literarios, su fatalidad pecuniaria, su sentido de la dependencia filial.
