La muerte es un sueño y para estos narradores la muerte es también la forma más concreta de la vida, un apearse de este navío llamado conciencia y de este mar urbano que agitadamente nos mece en la marea de su tránsito.
Los aquí reunidos son narradores que viven en Puebla y han decidido –sin restricciones ni coerciones– dormir una siesta adelantada en una tumba anónima.
¿Cómo representamos los poblanos la muerte? ¿Existe una muerte poblana? Conocemos la muerte pandemia, la muerte traicionera, la muerte policía, la muerte súbita, la muerte chiquita, la muerte niña, la santísima, la amorosa muerte. Esta muerte poblana se deslinda del amarillismo y los papeles protagónicos. La muerte en Puebla –nos dicen sus adeptos– es monumental y catastrófica o silenciosa y tímida.
Entre terremotos y epidemias, Puebla la ha reinventado en múltiples ocasiones con símbolos e imágenes, sobre todo literarias. SIgmund Freud encontraría en este tanathos poblanum la pulsión de una permanente necesidad de recrear rescoldos de casa habitación y desvencijada megalópolis. ¿Existe una manera poblana de morir? ¿Cómo prefieren morir los poblanos? En esta reunión de textos se podrán encontrar diversas opciones, sangrientas unas, silenciosas otras, cada uno puede elegir la suya o inventarse una nueva manera.
Nuestra voluntad de escuchar la voz de la ciudad se traduce en esta ocasión en cuentos y narraciones sobre un suceso que, inevitablemente, aguardamos todos. En haciendas y casonas, en vecindades y patios, en parques y bulevares, en escuelas, teatros, en alcobas y cantinas, se trama esa mítica e invisible urdimbre que llamamos muerte.