“El mapa de mi infancia está cerrado”, leemos casi en el comienzo de este libro. Esta constatación se acompaña de un sentimiento de amargura, pero también de alivio. En nuestro panorama poético, la voz de Blanca Luz Pulido es una de las más puramente crepusculares, es decir, de las más conscientes del divorcio entre literatura y vida. Declarar definitivamente cerrado el coto de la infancia no es fácil. Abundan quienes se creen niños hasta el fin de sus días. De hecho, una de las creencias más arraigadas es la que homologa al niño y al poeta. Pero el poeta sabe que no es así y que se es poeta a costa de la niñez. Hasta que la última gota de ésta no se haya evaporado, no se puede escribir de verdad. Así, lo que distingue al poeta de los demás en relación con la niñez es el sentimiento de clausura de la infancia, que la mayoría de la gente ni siquiera concibe. Lo dice de manera inmejorable la poeta con estas dos simples líneas: “Cuando se aprende a ser niño / la infancia nos dejó hace tiempo”, que podría ser la máxima de mucha o quizá de toda poesía crepuscular. Porque si es cierto que sin la muerte de la infancia no puede haber poesía, tampoco puede haberla sin su figuración, su representación o, como diría Blanca Luz Pulido, su mapa. No ceder a la tentación de la niñez, en la que muchos caen, es pues la peculiar lucidez del poeta, que él ejerce clausurándola, o sea evocándola. De ahí el título de este libro que sabe hacerse eco de la permanente y punzante pregunta del mar: “¿Cuándo y dónde es tu vida sino aquí?”, y también sabe negarse a contestarla.
Fabio Morábito