¿Qué tienen en común personajes tan separados en el tiempo y el espacio como Raquel Welch, Jane Fonda, la mitológica Onfalia y la Sulamita cantada por el rey Salomón? Pues haber contado con un ombligo soberbio, tanto que el de la Sulamita es descrito así en el Cantar de los cantares: “Es tu ombligo como vaso de Luna al que nunca le falta licor”; Onfalia, la reina de Lidia, fue conocida como “la del hermoso ombligo”. Y, en lo que toca a la Fonda y a la Welch, sus ombligos estilo “grano de café” han sido tan fotografiados —y comentados— como muchas otras partes de su anatomía.
Gutierre Tibón (Milán, Italia, 1905) nos da cuenta en El ombligo como centro erótico, con alarde de erudición y humor, de tales historias y señala también que en nuestros días asistimos a un renacimiento del ombligo como delicado pormenor del encanto mujeril.
Gutierre Tibón tiene una “erudición casi ilimitada, de humanista curioso de todas las cosas”, ha dicho Jacques Soustelle. De haber vivido en una etapa histórica anterior habría sido el sabio y hábil chamán de alguna tribu, conocedor amplio de las mitologías, escrutador de las señales y símbolos de toda clase, el implacable encargado de hacer cumplir los ritos de pasaje, el hombre que ve el pasado y el presente e intenta otear el futuro. No fue tal su destino sino el de erudito y ameno investigador que escogió hace ya muchos lustros a México como segunda patria, a la que le ha dedicado multitud de estudios.
“Cuando hace ya muchos años supe que México significa en náhuatl ‘en el ombligo de la Luna’ —dice Tibón— quise descubrir la raíz de tan peregrina denominación, que resultó no ser nada peregrina. Uno de sus contenidos es el que consagra al ombligo como centro erótico y a él está destinado este libro.”