Tres bosquejos del mal. Tres narraciones breves cuyo hilo conductor parece ser un mismo hecho: el reflejo alucinado de una realidad vivida o imaginada -que no es lo mismo, pero es igual. En las plegarias del cuerpo, de Eloy Urroz, asistimos a las primigenias experiencias sexuales de un adolescente durante un verano. Se refleja la angustia del ahora, que no necesariamente atañe a la inmediatez, sino a los traumas del pasado y hasta de lo por venir: “A una mujer no la conoces, tampoco puedes compartir con ella su dolor.” Las líneas argumentales cruzadas conducen al lector por múltiples vericuetos, hasta encontrar un inesperado desenlace.
Imposibilidad de los cuervos, de Ignacio Padilla, nos subsume en un contexto de suspenso. Con un cierto eco de Eco, los protagonistas que a su vez se alternan la función de narrador-, ambos arquitectos y restauradores de obras de arte, participan de una historia que extiende sus huellas a los designios dados a las doce tribus hebreas, en cuanto al Bien y al Mal, pero se concreta en un barco atrapado en medio de una guerra contemporánea, donde finalmente se nos revelará el misterio de las Esfinges del fastuoso castillo de Qrenac.
Días de ira, de Jorge Volpi, desde el punto de vista formal -y hasta musical- se enmarca en la estructura de la misa católica. Con las técnicas literarias presentes en este fin de siglo, nos atrapa en la obsesión de un médico por una desconocida paciente, cantante de blues. La síntesis de la descripción, así como el engranaje de las tramas, revelan un oficio, más que asumido, proyectado. Un lenguaje cuidado y un pleno dominio estructural son comunes denominadores de estos tres relatos, excelentemente logrados, verdaderos bosquejos del mal, pero también del placer que la literatura bien escrita puede proporcionarnos.
Eloy Urroz (1967) es autor de Las Leyes que el amor elige y El hombre del tucán, Ignacio Padilla (1968) ha publicado Subterráneos y Trenes de humo al bajoalfombra. De Jorge Volpi (1968) cabe destacar Pieza en forma de sonata y A pesar del oscuro silencio. Estos tres jóvenes escritores mexicanos han sido becarios del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes