Los cuentos de Hernán Lara Zavala están construidos con paciencia, lentamente, quizá como la vida misma. Puntual observador de ésta, Lara Zavala posee la sabiduría del narrador y por ello no busca sorprendernos sino compartir con nosotros un momento irrepetible y único, aquél en el cual sus personajes se reconocen víctimas de la pasión y sucumben. O quizá no, a lo mejor simplemente aguardan la derrota. Más que un final abrupto, el autor busca capturar esos instantes de tensión que se convierten en el punto de quiebra de la existencia. Lara Zavala traza cuidadosamente el destino de sus personajes: sus cuentos son máquinas de relojería que le toman el pulso al ser humano; más allá de sus viajes, de sus infortunados periplos, de sus correspondecias secretas, sus criaturas tangibles, comparten con los lectores un momento de profunda lucidez humana. Aun así, en estos cuentos la lieratura no se encuentra ausente: las palabras acompañan, disimulan o esconden el camino que el narrador ha escogido para sus personajes. Esa lucha con las palabras es sin duda lo que marca la diferencia entre literatura y testimonio. Vida transfigurada, he ahí el gran secreto de la literatura, que Hernán Lara Zavala conoce a la perfección. Sus Cuentos escogidos son una prueba convincente de ello.