Este libro propone un cambio que generaría todos los cambios. El tránsito hacia la democracia plena comenzaría por el respeto escrupuloso al voto pero su sentido es más amplio: la práctica de una tolerancia más cercana a la atención de las opiniones ajenas que a la repugnancia a ellas; el civilizado ejercicio de una crítica en la que la imaginación, la fundamentación y la lógica desplacen a las reacciones viscerales, dogmáticas y autocomplacientes; la consideración de la variedad y la pluralidad como fines en sí mismas; la vigilancia atenta y regulada del poder junto a la posibilidad de orientarlo, limitarlo y llamarlo a cuentas; la experiencia cotidiana —individual, colectiva, nacional— de labrar el destino propio con el propio esfuerzo. Entendida así, la democracia es una forma de convivencia en la libertad, no una utopía o un evangelio de salvación, ni siquiera un programa positivo de gobierno. No es una panacea, pero para México es ya el único camino posible de reconciliación nacional.