Una señora y su criado habitan una casa abandonada. Ambos están ciegos: pero cada uno cree que el otro es su guardián, su lazarillo. La señora espera la protección de su criado; el criado, la protección de su ama. Y ambos esperan, desde hace seis días, el regreso del señor, el marido de la señora: la acción transcurre en la vigilia del séptimo día. Pero, ¿quién es este señor que todo lo ve y todo lo sabe, este gran ausente que tan severamente fija las reglas de conducta de su casa y luego abandona a quienes la habitan a las tentaciones de la libertad? "Obra sobre la creación", ha dicho Octavio Paz de El tuerto es el rey. Y el autor, Carlos Fuentes, añade: "La criatura quisiera asesinar al creador, si no para usurpar su indeseable puesto, por lo menos para liberarse de su mirada; pero al hacerlo, iguala su propia concepción con la muerte; entonces mima al creador, convierte la vida en teatro, en representación de la creación; pero no hay creación sin caída: ésta espera al actor a la vuelta de cada palabra que pronuncia."
El tuerto es rey: una señora y su criado habitan una casa abandonada. Ambos están ciegos; pero cada uno cree que sólo él lo está y que el otro ve; cada uno cree que el otro es su guardián, su lazarillo. La señora espera la protección de su criado; el criado, la protección de su ama. Y ambos esperan, desde hace seis días, el regreso del señor, el marido de la señora: la acción transcurre en la vigilia del séptimo día. Pero, ¿quién es este señor que todo lo ve y todo lo sabe, este gran ausente que tan severamente fija las reglas de conducta de su casa y luego abandona a quienes la habitan a las tentaciones de la libertad?
"Obra sobre la creación", ha dicho Octavio Paz de El tuerto es rey. Y el autor, Carlos Fuentes, añade: "La criatura quisiera asesinar al creador, si no para usurpar su indeseable puesto, por lo menos para liberarse de su mirada; pero al hacerlo, iguala su propia concepción con la muerte; entonces mima al creador, convierte la vida en teatro, en representación de la creación; pero no hay una creación sin caída; ésta espera al actor a la vuelta de cada palabra que pronuncia."
En esta obra teatral, Donata y su criado, el Duque, habitan una casa que parece colapsarse. Ambos son ciegos, pero cada uno cree que sólo él lo está y que el otro ve; cada uno cree que el otro es su guardián, su lazarillo, su propiedad. Ambos esperan el regreso del marido de Donata, quien ha fijado con severidad las reglas de conducta de su casa y luego abandonó a los ciegos a las tentaciones de la libertad: convertirse en otro, librarse tanto de la indiferente ausencia como de la promiscua sospecha del señor.