El siglo XIX mexicano es una época de grandes definiciones: La guerra de Independencia, el Imperio, un sinfín de revoluciones: la invasión norteamericana, con la pérdida de una parte del territorio: las arcas vacías y un analfabetismo campeante. Son momentos tensos y trágicos, pero también, dice Carlos Monsiváis, una etapa en la que la literatura nutre el trabajo político, al periodismo y a la conducción de la vida cotidiana.
¿Por qué entonces llamar a todo esto "herencias ocultas"? Porque entre las razones de la modernidad tan olvidadiza, del analfabetismo disfuncional, tan ubicuo, y de la inaccesibilidad de los libros y colaboraciones periodísicas de otra época, han quedado en las sombras grandes escritores mexicanos: Juan Bautista Morales "El grillo pitagórico", Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez, Ignacio Manuel Altamirano, Manuel Payno, Vicente Riva Palacio y Manuel Gutiérrez Nájera. Autores que aspiran a construir una República "casi de la nada" con un nacionalismo que brota de la confrontación con las invasiones extranjeras y con el desdén de las metrópolis. Para ellos la educación es una propiedad absoluta. Lo repiten sin tregua. El que quiera darle forma significativa a la Patria nueva, debe recurrir a la pedagogía.