Para el virreinato, el teatro tiene una variada y precisa finalidad que no contempla de manera suficiente las exigencias primarias de un arte libre y dependiente sólo de la imaginación creativa, de la voluntad autoral. Sirve —se dice y se exige— para evangelizar indígenas y en ello consigue su máxima eficacia. Sirve después para entretener a la población, para divertirla, sobre todo para evitar que las mentes desocupadas manifiesten descontentos privados o sociales, siempre peligrosos para la conservación del orden y la paz.
Escenario novohispano es un notable ejemplo de cómo una investigación a profundidad, concisa y escrita con claridad literaria indiscutible, puede convertirse, además, en un libro deleitable que los teatreros, y los lectores en general, necesitan conocer. Porque el teatro novohispano comparte con el teatro del presente, por desgracia, no pocos problemas en común.
VIcente Leñero