«Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Nací el año de 1918 en el estrago de la gripe española. Di los primeros pasos seguido precisamente por un borrego negro que se salió del corral. Como casi todos los niños, yo también fui a la escuela. Pero no pude seguir en ella por razones que sí vienen al caso pero no puedo contar. Mi padre, en vez de enviarme a un seminario clandestino o a una escuela del gobierno, me puso sencillamente a trabajar. Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce años y en Zapotlán el Grande leí a Baudelaire, a Walt Whitman y a los principales fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob, junto con medio centenar de otros nombres más y menos ilustres… Y oía las canciones y los dichos populares y me gustaba la conversación de la gente del campo. Desde 1930, hasta la fecha he desempeñado más de veinte oficios. Sería injusto si no mencionara aquí al hombre que me cambió la vida. Louis Jouvet, a quién conocí a su paso por Guadalajara, me llevó a París hace veinte años. Pisé las tablas de la Comedia Francesa: esclavo desnudo en las galeras de Antonio y Cleopatra, bajo las órdenes de Jean-Louis Barrault y a los pies de Marie Bell. A mi vuelta de Francia, el Fondo de Cultura Económica me acogió en su departamento técnico. Después de tres años de corregir pruebas de imprenta, traducciones y originales, pasé a figurar en el catálogo de autores. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espíritu, desde Isaías de Franz Kafka.» (J. J. Arreola, fragmentos de «Autobiografía»).
Poco se puede añadir para introducir al lector en la atmósfera de los cuentos de Arreola. Jorge Arturo Ojeda, cuentista él también, autor de un extenso estudio sobre El Maestro, ha realizado una selección «significativa», tanto por los temas como, ante todo, por las diferentes utilizaciones del lenguaje.
El lector podrá leer Mujeres, animales y fantasías mecánicas de un tirón, pero le aconsejaríamos lo saboreara a pequeños sorbos como un buen coñac después de la comida.