12 sep 2019
Los huehuehtlahtolli, en cuanto composiciones que dan testimonio de ancestral sabiduría, son la “antigua palabra”. El lenguaje en que están expresados tiene “grandes primores”; es decir, se enuncian en un lenguaje cuidadoso, elegante, que se nombraba tecpillahtolli, “palabra noble”. Dicha forma de expresión era la que se cultivaba y transmitía en los calmécac, escuelas sacerdotales y centros de educación superior. Su contenido concierne a los principios y normas vigentes en el orden social, político y religioso del mundo náhuatl.
Desde la perspectiva del pensamiento europeo, pertenecen tales textos a los que cabe llamar “filosofía moral y teología”. En cuanto “filosofía moral”, tienen con frecuencia el carácter de tenonotzaliztli, “plática, amonestación”, pero no se limitan a ello. Siendo enunciación de las normas –desde el nacimiento hasta la muerte–, hay asimismo en los huehuehtlahtolli formulaciones que atañen a la visión del mundo, al pensamiento y ritual religioso, la oración como antigua palabra del hombre dirigida a la divinidad.
Podría decirse, en suma, que estos textos son la expresión más profunda del saber náhuatl acerca de lo que es y debe ser la vida humana en la tierra. Se trata de reflexiones que se expresaban en los principales momentos del ciclo vital, desde el nacer, ingresar a la escuela, salir de ella ya formado, contraer matrimonio, enterarse del embarazo de la joven esposa, hasta la enfermedad y la muerte. Por ello, son pláticas que se dirigen a una amplia gama de interlocutores que abarca a los hijos, desde pequeños hasta aquellos ya casados; los esposos; los gobernantes y los gobernados; los enfermos y los que han muerto; los mercaderes, artesanos y gente de otras profesiones. Asimismo, incluye como destinatarios, a los dioses. Existen oraciones al Dios supremo, Tloque Nahuaque, Dueño de la cercanía y de la proximidad, en su advocación de Tezcatlipoca, en ocasiones como las de una pestilencia, una hambruna o una guerra; y otra a Tláloc en tiempo de sequía. Su valor resulta fundamental para el estudio de lo más elevado del pensamiento y cultura nahuas, porque estos textos fueron de labios de ancianos supervivientes, que los habían memorizado y pronunciado desde los tiempos anteriores a la Conquista.
Varios de los discursos y pláticas de los sabios y ancianos –los célebres huehuehtlatolli– fueron recogidos, desde unos diez años después de la Conquista, por el misionero franciscano Fray Andrés de Olmos (1485-1571). Posteriormente, Bernardino de Sahagún (1500-1590) fue otro franciscano, también de formación humanista, responsable de la recopilación de algunos huehuehtlahtolli. Sahagún llegó a México en 1529 y fue maestro en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde vivió con Olmos y tuvo noticia de la existencia de los huehuehtlahtolli. Algunos años después, hacia 1547, también fray Bernardino emprendió el rescate de testimonios de la “antigua palabra”. Reunió así un conjunto de cuarenta huehuehtlahtolli que le comunicaron ancianos de Tlatelolco. Según lo hizo constar el mismo Sahagún, los huehuehtlahtolli, que pasaron a integrar el libro vi de la Historia General de las Cosas de la Nueva España, se vertieron al castellano en 1577, es decir, hacia fines del proceso de transcripción.
La educación en el mundo náhuatl
Los códices o libros de pinturas, los teocuícatl, cantos divinos, los icnocuícatl, poemas de honda reflexión, loshuehuehtlahtolli, palabras de los ancianos y los xiuhámatl o anales son los testimonios de la civilización del México antiguo que dan cuenta del pensamiento de los nahuas acerca de sí mismos y del acontecer de las cosas humanas, vida y muerte, siempre en relación esencial con la divinidad. En todos ellos se expresaba el ideal supremo de los nahuas con respecto a la educación: la Ixtlamachiliztli, “acción de dar sabiduría a los rostros” y de otras prácticas como la Yolmelahualiztli, “acción de enderezar los corazones”. Grande era el empeño, no sólo de los supremos dirigentes del mundo náhuatl, sino de los mismos padres y madres de familias por inculcar a sus hijos desde temprana edad los principios que hicieran esto posible. Conocemos por las fuentes indígenas algo que hoy nos parece asombroso: la existencia de un sistema de educación universal y obligatorio. El Códice Florentino indica, por ejemplo, que entre los ritos que se practicaban al nacer un niño náhuatl, estaba precisamente el de su dedicación o consagración a una escuela determinada.
Es cierto que el ideal de los rostros sabios y corazones firmes que se pretendía inculcar por medio de la educación en el mundo náhuatl, no siempre fue el mismo. No debe olvidarse que existían grandes diferencias entre quienes participaban de la visión místico-guerrera del mundo, propia de los aztecas, y quienes pretendían un renacimiento de los antiguos ideales toltecas simbolizados por la figura de Quetzalcóatl. Sin embargo, el antiguo sistema de educación náhuatl jamás llegó a perder sus más hondas raíces que lo entroncaban con el mundo de los creadores de arte por excelencia, los toltecas.
Origen y antigüedad de los huehuetlahtolli
Se conservan huehuehtlahtolli de México-Tenochtitlan, Tezcoco, Tepeyac, Tlaxcala y Tepepulco. Eacute;stos se encontraban en los códices o en los amoxtli, “libros indígenas”, y se remontan a una época anterior al encuentro con los españoles. Aunque aún no es posible establecer su antigüedad con precisión y seguridad, sí hay indicios para pensar que dichos textos no eran producción reciente.
El maestro Ángel María Garibay K., al ocuparse de la probable antigüedad de algunos huehuehtlahtolli, notó que:
La abundancia, ordenación y primor, muchas veces clarísimamente perceptibles, de estos documentos didácticos, hacen pensar que fueron elaborados durante largo tiempo. No es posible llegar a esta complicación de ideas, ceremonias, imágenes, proverbios, etcétera, en unos cuantos años. Acaso suponen varios siglos, y más de los que se señalan para la historia oficial [de los mexicas, “reordenada” por Itzcóatl hacia 1428], o sea del xiii al xvi. De muy antiguo arranca la tradición conservada por la repetición constante en los establecimientos de formación de la juventud.[1]
Si cabe pensar que al menos algunos huehuehtlahtolli tuvieron una antigüedad que antecede al llamado periodo de “historia oficial mexica”, tendríamos entonces que su origen podría estar relacionado con lo que se describe como parte integrante de la Toltecáyotl, el conjunto de las creaciones de inspiración tolteca.
El encuentro de dos mundos: el papel de los frailes en su difusión y transmisión
El hecho de que haya textos que proceden de varios lugares bastante apartados entre sí, es indicativo del arraigo y amplia difusión que habían alcanzado los huehuehtlahtolli. A diferencia de otras composiciones también de tradición prehispánica, como los himnos y cantares a los dioses, no sólo no fueron objeto de prohibición sino que algunos frailes externaron su admiración ante ellos.
En tal sentido, en el proceso de encuentro de culturas que se desarrolló a partir de la Conquista, los huehuehtlahtolli continuaron siendo transmitidos y, al fin, difundidos en letra impresa. Es cierto que en tal transmisión se siguió el consejo Olmos, pero en lo sustancial, como lo hicieron notar fray Bartolomé de las Casas, Motolinía, Alonso de Zorita, fray Bernardino de Sahagún, Jerónimo de Mendieta, Juan de Torquemada y otros, los textos fueron objeto de alabanza. Ello explica que los dichos cronistas difundieran al menos las versiones resumidas al castellano.
Ningún hecho pone tanto de relieve la admiración que despertaron esos textos que el haber sido copiados por el doctor Alonso de Zorita, oidor de la Real Audiencia de México en 1554 y años posteriores, en su Breve y sumaria relación de los señores de la Nueva España para que los conociera Felipe II. Deja esto de manifiesto que el intercambio cultural, en lo que a los mesoamericanos concierne, no se limitó –como algunos lo han expresado– a un mero someterse y tener que aceptar ideas, creencias, instituciones, técnicas, nuevos cultivos y animales, sino también a merecer el reconocimiento de formas suyas de expresión como estas composiciones.
Habrían de perdurar los huehuehtlahtolli, en forma de libro, gracias al Códice Florentino, que se imprimió en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco. Así, y también en manuscritos, estos textos han llegado hasta nosotros. En la actualidad se conservan, una parte, en la Biblioteca del Congreso de Washington y, otra, en la Biblioteca Nacional de París.
A continuación me detendré, individualmente, en tres de los recopiladores que a mi parecer son centrales en cuanto a la recopilación, transmisión y perduración de los huehuehtlahtolli.
Fray Andrés de Olmos: primer recopilador de los huehuehtlahtolli
En su Historia eclesiástica indiana, Jerónimo de Mendieta da cuenta de cómo se iniciaron formalmente en México los trabajos de investigación dirigidos a conocer la antigua cultura de los habitantes de esta tierra:
Es de saber que en el año de 1533, siendo presidente de la Real Audiencia de México don Sebastián Ramírez de Fuenleal [...] y siendo Custodio de la Orden de Nuestro Padre San Francisco en esta Nueva España el santo varón fray Martín de Valencia, por ambos a dos fue encargado el padre fray Andrés de Olmos (por ser la mejor lengua mexicana que entonces había en esta tierra, y hombre docto y discreto), que sacase en un libro las antigüedades de estos naturales indios, en especial de México, y Tetzcuco y Tlaxcala.[2]
Entre las tareas que surgieron a partir de este encargo, fray Andrés de Olmos, llegado a México en 1528, transcribió y tradujo un conjunto de textos en náhuatl, los huehuehtlahtolli.[3] Olmos dio cabida a unas muestras de los originales en náhuatl en su Arte de la lengua mexicana. Dichas muestras aparecen precedidas del siguiente título: “Capítulo octavo. De las maneras de hablar que tenían los viejos en sus pláticas antiguas”. El capítulo abarca, en efecto, muchas expresiones metafóricas, de las que se esclarecen sus significaciones y, al final, el texto completo de un huehuehtlahtolli, el más extenso de los que había recogido Olmos, descrito por él como “plática que hace el padre al hijo, avisándole o amonestándole que sea bueno”.[4] El resto de los textos en náhuatl, transcritos por el empeño de este fraile, primer investigador de la antigua cultura, debió conservarse manuscrito en el Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, institución con la cual Olmos había estado vinculado a partir de su fundación en 1536.
La primera investigación de fray Bernardino de Sahagún en torno a la antigua cultura
La idea que se iba forjando fray Bernardino, de conocer a fondo la cultura indígena como condición necesaria para poder llevar a cabo una labor evangélica sobre base firme, lo movió a dar un primer paso, antecedente de lo que serían luego sus investigaciones con un enfoque integral. Respecto de la fecha en que emprendió esa pesquisa, proporciona él una noticia que permite fijarla con certeza en 1547. Tal noticia aparece al final del libro vi del Códice Florentino, que incluye la postrera elaboración de la que iba a ser su Historia General en náhuatl y castellano. Dicho libro vi está integrado por una colección de textos, muestras de la Antigua palabra, discursos que se pronunciaban en momentos y circunstancias muy significativas en la vida del hombre y la sociedad indígenas. Esos textos, según veremos, muestras extraordinarias de la literatura de tradición prehispánica, se conocen como Huehuehtlahtolli, Antigua palabra. Pues bien, al final del libro en que se transcriben, dispuso Sahagún la siguiente nota: "Fue traducido en lengua española por el dicho padre fray Bernardino de Sahagún, después de treinta años que se escribió en lengua mexicana, este año de 1577".[5]
Restando treinta años al de 1577, nos encontramos con el de 1547, que fue cuando recopiló los cuarenta huehuehtlahtolli en lengua náhuatl. La correspondiente investigación la llevó a cabo hallándose en Tlatelolco. Esto da fundamento a la idea de que el inicio de las investigaciones sahagunenses sobre la antigua cultura ocurrió en 1547 en el contexto del Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, en el que, por ese tiempo, se emprendían además otros trabajos también de rescate cultural en materia de medicina indígena y de elaboración de documentos, como uno de carácter cartográfico y otros relacionados con códices o libros al modo antiguo.
Es probable que fray Bernardino conociera a ancianos indígenas que solían acercarse al Convento y Colegio de Tlatelolco mediante Andrés de Olmos. Las búsquedas de Sahagún se cristalizaron cuando pudo escuchar de labios nahuas los textos en los que, como lo expresó, se contenía el meollo “de la retórica y la filosofía moral y teología de la gente mexicana, donde hay cosas muy curiosas tocantes a los primores de su lengua y cosas muy delicadas tocantes a las virtudes morales”.[6]
Abundando en su apreciación del significado espiritual y valor literario de estos huehuehtlahtolli, Sahagún no dudó en hacer comparación con testimonios que consideró afines de otros pueblos de la antigüedad clásica, así como de los tiempos modernos. Todas las naciones, nos dice: “han puesto los ojos en los sabios y poderosos para persuadir, y también en los hombres eminentes en las virtudes morales…”. Y, acto seguido, compara y dice: “hay de esto tantos ejemplos entre los griegos, latinos, franceses, españoles e italianos, que están los libros llenos de esta materia”. Tal aprecio por la retórica, filosofía moral y teología florecidas en esas culturas, “se usaba también en esta nación indiana y más principalmente entre los mexicanos, entre los cuales los sabios, retóricos, virtuosos y esforzados eran tenidos en mucho”.[7]
La cosecha de testimonios en el lenguaje propio de los sabios antiguos vino a ser valiosa aportación y asimismo poderoso incentivo para continuar en la investigación. Comenzaba a cristalizar el empeño por ahondar en el conocimiento del pensamiento del hombre indígena como condición imprescindible para poderlo encaminar a un cristianismo puro y verdadero, como el de la Iglesia de los tiempos apostólicos, ideal perseguido por los primeros franciscanos que llegaron a él.
Tanto llegó a apreciar Sahagún estos testimonios –revelación de un insospechado humanismo– que no dudó en ponderar su estilo y contenido. Al poner título o encabezado a cada uno de ellos, en varios casos añadió expresiones como estas: "Del lenguaje y afecto cuando oraban al principal dios, llamado Tezcatlipoca […] en tiempo de pestilencia […]. Es oración de los sacerdotes en la cual le confiesan por todopoderoso, no visible ni palpable. Usan de muy hermosas metáforas y maneras de hablar".[8]
Y si elogió una y otra vez el lenguaje empleado en estas oraciones y discursos, no se retrajo de alabar también el contenido, en particular de dos huehuehtlahtolli en que el padre y la madre exhortan a su hija: "Más aprovecharían estas dos pláticas dichas en el púlpito, por el lenguaje y estilo en que están, (mutatis mutandis), a los mozos y mozas, que otros muchos sermones".[9]
Ciertamente que lo afirmado por Sahagún pudo haber parecido a algunos no sólo exagerado sino hasta temerario. Estaba exaltando oraciones paganas y sabiduría indígena
Fray Juan Baptista de Viseo, difusor de los huehuehtlahtolli en náhuatl
A lo largo del siglo xvi, el género de expresión constituido por los huehuehtlahtolli, como se ha visto, llegó a ser relativamente conocido por varios frailes. No obstante, a pesar del interés que despertaron en algunos los testimonios de la antigua palabra, no alcanzaron éstos a difundirse en su original en náhuatl en ningún libro impreso sino precisamente hasta que llegó el último año de la misma centuria. Tal cosa se logró por el empeño de otro franciscano: fray Juan Baptista Viseo.
Este fraile más que autor fue compilador que enmendó, acrecentó y publicó en lengua náhuatl lo que de otros encontró conveniente para las tareas de evangelización. Editó, por ejemplo, el libro Huehuehtlahtolli, que contiene las pláticas que los padres y madres hicieron a sus hijos y a sus hijas, y los señores a sus vasallos, todas llenas de doctrina moral y política , recogidos por Olmos hacia 1535. Baptista no obtuvo dichas pláticas o huehuehtlahtolli de los ancianos indígenas, sino que las “recogió” como algo que ya existía en papeles. Fueron también méritos suyos haber enmendado y acrecentado dichos textos.
Una y otra cosa puede comprobarse comparando lo que él publicó con la transcripción de los huehuehtlahtolli que acompaña a algunos de los ejemplares que se coonservan en forma de manuscrito del Arte de la lengua mexicana de fray Andrés de Olmos. Las diferencias no son sustanciales, no obstante fray Juan Baptista introdujo algunos cambios y adiciones. Los cambios los hizo para adaptar más plenamente al contexto cristiano el contenido de los huehuehtlahtolli, cosa que, en parte, Olmos ya había intentado.
En cuanto al acrecentamiento, baste señalar aquí los párrafos de tono cristiano dirigidos a los médicos, y el contenido de aquellas pláticas, incluidas al fin de la obra, “para los que andan a la escuela o se doctrinan con los religiosos”; “a los mesmos en que se les amonesta la integridad y pureza de la Fe”, así como los huehuehtlahtolli que tienen como tema “cuán gran cosa es el Cristianismo”, “el bien que se alcanza por el Baptismo” y “el gran provecho y fructo de la pasión y muerte de Jesucristo”.
Autenticidad de los huehuehtlahtolli
Fray Bernardino de Sahagún, al recoger estos textos, experimentó cómo crecía su admiración por lo que se le presentaba como un espiritualismo insospechado en el pueblo vencido. Y puesto que, cuando tales huehuehtlahtolli fueron conociéndose entre los españoles, sobre todo frailes, hubo algunos que dudaron de su autenticidad, y supusieron que era atribución hecha por Bernardino, hombre en verdad sabio, éste, disgustado, escribió […]:
En este libro se verá muy claro que lo que algunos émulos han afirmado que todo lo escripto en estos libros, antes de éste y después de éste son ficciones y mentiras, hablan como apasionados y mentirosos; porque lo que en este libro está escripto no cabe entendimiento de hombre humano el fingirlo ni hombre viviente pudiera fingir el lenguaje que en él está. Y todos los indios entendidos, si fueran preguntados, afirmarán que este lenguaje es el propio de sus antepasados y obras que ellos hacían.[10]
Otro argumento de sentido crítico en favor de la autenticidad de estas expresiones debe aducirse. Fray Andrés de Olmos, varios años antes, había hecho transvasar a escritura alfabética otros huehuehtlahtolli. Tales textos, que con algunas interpolaciones cristianizantes se conservan en un manuscrito que guarda la Biblioteca del congreso de Washington, fueron también publicados en 1600 por fray Juan Baptista de Viseo. Ese libro que se tornó rarísimo ha sido reproducido en 1988 por la Comisión Conmemorativa del Encuentro de Dos Mundos y luego en 1991, en tiraje de 615,000 ejemplares por la Secretaría de Educación y el Fondo de Cultura Económica.[11]
Los huehuehtlahtolli pueden ser ya disfrutados por muchos. Ahora bien, la comparación entre varios de los que allí se incluyen y los que, de forma independiente, transcribió Sahagún muestra que en varios hay notorias semejanzas. Tal hecho corrobora la autenticidad de estos textos.
Algunos investigadores han investigado acerca de la naturaleza de esas expresiones. La cuestión más debatida ha sido esclarecer si, básicamente, constituyen composiciones de índole admonitoria, pláticas para aconsejar, educar y guiar en la vida. En un primer acercamiento la respuesta ha sido afirmativa. Ya fray Juan Baptista, al introducirlas notó que se trataba de “pláticas que los padres y madres hicieron a sus hijos y a sus hijas, y los señores a sus vasallos, todas llenas de doctrina moral y política”.
Sin embargo, entre los huehuehtlahtolli que incluyó en su libro hay varios que no cuadran con tal descripción. Tal es el caso, para dar un ejemplo, de la “plática de cómo ha de curar un médico y consolar al enfermo”. Ello se vuelve aún más evidente si se atiende a los huehuehtlahtolli transcritos por Sahagún. Entre ellos –tal como se incluyen en el Códice Florentino– hay seis oraciones al dios Tezcatlipoca, una a Tláloc, otra referente a la confesión a la diosa Tlazoltéotl, otros dirigidos a las parteras, los mercaderes y determinados artesanos.
En busca de un común denominador en el amplio conjunto de los huehuehtlahtolli que han llegado hasta nosotros, para poder describir los rasgos principales del género de expresión al que pertenecen, parece oportuno tomar en cuenta el título que dio Bernardino de Sahagún al libro VI del Códice Florentino, en el que transcribió cuarenta de estos textos. Allí señala que las composiciones que incluye en dicho libro versan acerca “de la retórica y filosofía moral y teología de la gente mexicana”. Y, fijándose en la forma misma de expresión, añade que hay en dichos textos “cosas muy curiosas tocantes a los primores de su lengua, y cosas muy delicadas tocantes a las virtudes morales”.[12]
Comenzando por esto último, puede notarse, como un primer rasgo de los huehuehtlahtolli, están expresados en un qualli tlahtolli , “buen lenguaje”, forma de hablar cuidadosa, que se distingue por sus “primores”. Esa manera de expresarse se designa unas veces con el vocablo tenonotzaliztli, que significa “amonestación, plática”. Otras veces se nombra huehuehtlahtolli, “antigua palabra”. Así, por una parte, se enuncia su carácter de plática con tendencia a la amonestación o consejo, y por otra, se denota que tal expresión tiene un antiguo origen y, como tal, es digna de estimación.
En el enunciado de Sahagún que aquí estamos comentando se proclama asimismo que se trata de producciones que pertenecen al campo de “la retórica de la gente mexicana”. Es decir se anticipa lo que enseguida –según vimos– se explicita, o sea que en dichos textos hay “cosas muy curiosas tocantes a los primores de su lengua”. Este atributo, del que en alto grado se deriva su carácter de ser “obras de retórica”, se manifiesta tanto en la riqueza del lenguaje empleado, abundante en metáforas, como en la precisa estructuración de las frases, verdadera muestra de lo mejor de la literatura náhuatl.
Y a la vez, en lo manifestado por Sahagún vemos que destaca, como otro elemento principal y característico de los huehuehtlahtolli, ser expresiones de la “filosofía moral y teología” de los nahuas. Por ello añade que hay en esas composiciones “cosas muy delicadas tocantes a las virtudes morales”.
La descripción de los rasgos más sobresalientes en los huehuehtlahtolli en cierto modo ha anticipado ya las “especies” o variantes que existieron dentro de ese género de expresión. Tomando en cuenta la primera clasificación formal que de ellos hizo Josefina García Quintana,[13] propongo, con algunos cambios, las siguientes variantes:
1) El gran conjunto de composiciones que se pronunciaban en lo que describen los antropólogos culturales como “ritos de pasaje”, es decir actuaciones de connotación sagrada en momentos clave a lo largo del ciclo de la vida: en el nacimiento; la “dedicación” a la escuela; edad de discreción; ingreso en un centro de educación; primera actuación como guerrero; matrimonio; embarazo; enfermedad y muerte.
2) Conjunto de huehuehtlahtolli referentes al campo del gobierno y orden sociopolítico. Abarcan las pláticas al gobernante recién electo; respuestas y otras expresiones de éste; discursos y arengas en circunstancias especiales, de guerras, hambrunas, pestes…; palabras ante el cadáver del soberano.
3) Conjunto de pláticas a miembros de determinadas profesiones: mercaderes, artesanos, médicos, etcétera.
4) Expresiones de cortesía: situaciones entre gente de linaje; fórmulas de los embajadores.
5) Discursos-oraciones a diversos dioses en circunstancias muy variadas: a Tláloc, pidiendo lluvia; a Tlazoltéotl, para el ritual de la purificación; a Tezcatlipoca, “en tiempos de peste”, “en favor de los pobres”, “en tiempo de guerra”, “en favor del soberano recién electo”, “al morir éste”, “en contra del gobernante que no hace bien a su oficio”.
A estas variantes principales es posible sumar otras, como las que pueden calificarse de “expresiones del saber o tradición populares”; los “discursos” de los maestros en los centros de educación y, finalmente, los huehuehtlahtolli cristianos y “cristianizados”. Los primeros son elaboración de los frailes que adoptan el estilo de la “antigua palabra” para sus “pláticas” misionales. Los segundos son adaptaciones de textos de la tradición prehispánica en los que se sustituyen vocablos y se introducen interpolaciones y otros añadidos. Como hemos visto, ya fray Andrés de Olmos había pedido a esos “principales” que le copiaron los huehuehtlahtolli que él conservó, pusieran los nombres de Dios y de sus santos en vez de los que designaban a los dioses paganos.
Una consideración debe hacerse, sin embargo, acerca de la forma como se modificaban o adaptaban determinados huehuehtlahtolli en razón de las distintas personas a que se dirigían y tomando también en cuenta las variadas circunstancias en que se pronunciaban. En este sentido debe afirmarse que no pocos testimonios de la antigua palabra, a partir de su formulación tradicional, se convertían en una especie de “literatura viviente”. Esto puede comprobarse comparando los que hizo transcribir Sahagún, con los recogidos antes por fray Andrés de Olmos.[14] Además, tanto Alvarado Tezozómoc como fray Diego Durán en sus correspondientes obras incluyen, en versión castellana, discursos al modo de huehuehtlahtolli, dirigidos a varios de los huey tlahtoqueh, o supremos gobernantes mexicas al tiempo de su entronización. En tales discursos pueden identificarse las adaptaciones o alteraciones de un texto original para referirlo al correspondiente personaje.
Dos muestras de estas expresiones
El concepto de persona en el mundo occidental –con todas sus connotaciones jurídicas, psicológicas y sociales– es consecuencia de una lenta elaboración. En el mundo griego, en función de una metáfora, se apuntó ya al rostro de los individuos, a su prósopon, para connotar los rasgos propios y exclusivos de la fisonomía moral de cada ser humano. Entre los romanos, la palabra persona (del latín per-sonare, “resonar, o hablar a través de”) se aplicó en un principio a la máscara a través de la cual hablaban los comediantes en el teatro. Los juristas romanos la adoptaron para designar con ella un sujeto dotado de representación propia, un personaje en el mundo del derecho. De aquí, finalmente, la palabra persona parece haber pasado al habla popular, connotando la fisonomía moral y psicológica propia de todo individuo humano.
En el mundo náhuatl prehispánico, como lo prueban los antiguos textos, se llegó a la elaboración de un concepto afín, aunque de características propias y exclusivas. Especialmente en las pláticas o discursos, pronunciados de acuerdo con las reglas del tecpillatolli, o sea, “lenguaje noble y cultivado”, se encuentra una expresión que aparece casi siempre dirigida por quien habla a su interlocutor. Hay frases como éstas: “Hablaré a vuestro rostro, a vuestro corazón; no se disguste vuestro rostro, vuestro corazón…”. Además, al tratar de la imagen ideal del sabio náhuatl, se afirma de él, como atributo suyo, “hacer sabios los rostros y firmes los corazones”. Finalmente, al presentar algunos textos la descripción del supremo ideal del hombre y la mujer nahuas, se dice de ellos que deber ser “dueños de un rostro, dueños de un corazón”. Y en el caso de la mujer se añade todavía otro rasgo expresivo. Se dice que “en su corazón y en su rostro debe brillar la femineidad”
In ixtli, in yóllotl , rostro y corazón, simbolizan así en el pensamiento náhuatl lo que puede llamarse fisonomía moral y principio dinámico de un ser humano. Y debe subrayarse que, al incluir al corazón en el “concepto náhuatl de persona”, se afirma que si es importante la fisonomía moral expresada en el rostro, lo es con igual o mayor razón el corazón, centro del que parece provenir toda la acción del hombre.
Aquí presentaré dos huehuehtlahtolli, palabras atribuidas al padre y a la madre indígenas que exhortan a sus hijos y los guían por el camino de la vida, y que ejemplifican su relación con el concepto de “rostro y corazón”. Estos dos testimonios los recogió fray Bernardino de Sahagún. El primero de estos huehuehtlahtolli dirigido a la joven por su propio padre es muestra de la finura del sentimiento y la profundidad en el discurrir de los nahuas. El segundo es una parte del huehuehtlahtolli que también dirigían las madres a sus hijas. Estos textos se memorizaban en las escuelas y, llegada la ocasión, padres y madres los adaptaban a los requerimientos particulares de sus hijos.
Palabras del padre a la hija:
Llegada la niña a los seis o siete años de edad, un día determinado la llamaba su padre, y en presencia de la madre daba principio a su alocución. Probablemente tenía ésta lugar frente a las imágenes de los dioses tutelares. Allí, el padre náhuatl revelaba a su hijita, con palabras sencillas, la antigua doctrina de sus mayores –el legado que debían recibir “rostros y corazones”– acerca del sentido de la existencia humana y del modo cómo debía vivir una mujercita náhuatl. Traducimos las palabras del padre náhuatl a su hijita:
Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje de quetzal, mi hechura humana, la nacida de mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen.Ahora recibe, escucha: vives, has nacido te ha enviado a la tierra el Señor Nuestro, el Dueño del cerca y del junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres.
Ahora que ya miras por ti misma, date cuenta. Aquí es de este modo: no hay alegría, no hay felicidad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Por aquí surge, crece el sufrimiento, la preocupación.
Aquí en la tierra es lugar de mucho llanto, lugar donde se rinde el aliento, donde es bien conocida la amargura y el abatimiento. Un viento como de obsidianas sopla y se desliza sobre nosotros.
Dicen que en verdad nos molesta el ardor del sol y del viento. Es este lugar donde casi perece uno de sed y de hambre. Así es aquí en la tierra.
Oye bien, hijita mía, niñita mía: no es lugar de bienestar en la tierra, no hay alegría, no hay felicidad. Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza.
Así andan diciendo los viejos: para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes.
Todo esto embriaga la vida en la tierra, de modo que no se ande siempre gimiendo. Pero, aun cuando así fuera, si saliera verdad que solo se sufre, si así son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto se ha de estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre temiendo? ¿Habrá que vivir llorando?
Porque se vive en la tierra, hay en ella señores, hay mando, hay nobleza, águilas y tigres. ¿Y quién anda diciendo siempre que así es en la tierra? ¿Quién anda tratando de darse la muerte? Hay afán, hay vida, hay lucha, hay trabajo. Se busca mujer, se busca marido.
Tal es, de acuerdo con la antigua sabiduría, la condición del hombre en la tierra. Es éste un lugar de alegría penosa, pocas son las cosas que dan placer, pero no por esto hemos de vivir quejándonos. Es necesario seguir viviendo para cumplir así la misión que nos ha impuesto el Dueño del cerca y del junto. Para que la niñita pueda cumplir con su propio destino, continúa el padre náhuatl señalándole cómo ha de obrar:
Pero, ahora, mi muchachita, escucha bien, mira con calma: he aquí a tu madre, tu señora, de su vientre, de su seno te desprendiste, brotaste.Como si fueras una yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como si hubieras estado dormida y hubieras despertado.
Mira, escucha, advierte, así es en la tierra: no seas vana, no andes como quiera, no andes sin rumbo. ¿Cómo vivirás? ¿Cómo seguirás aquí por poco tiempo? Dicen que es muy difícil vivir en la tierra, lugar de espantosos conflictos, mi muchachita, palomita, pequeñita [...]
He aquí tu oficio, lo que tendrás que hacer: durante la noche y durante el día, conságrate a las cosas de Dios; muchas veces piensa en el que es como la Noche y el Viento. Hazle súplicas, invócalo, llámalo, ruégale mucho cuando estés en el lugar donde duermes. Así se te hará gustoso el sueño.
Luego señala el padre náhuatl a su hija cuáles han de ser sus varias actividades al nacer el día siguiente, a la aurora. Cómo habrá de levantarse de prisa, cómo deberá tomar la escoba y ponerse a barrer, para hacer luego las ofrendas y la incensación de copal. Expresamente le dice que es oficio suyo preparar la bebida, preparar la comida. Debe abrazar también lo que es oficio de la mujer, el huso, la cuchilla del telar. Ha de abrir bien los ojos para aprender las varias artes toltecas: el arte de las plumas, los bordados de colores, el arte de urdir las telas y de hacer su trama. Finalmente, de los otros consejos que da el padre a su hija, entresacamos aquellos que se refieren directamente a la moralidad sexual de la niña. Con claridad y cuidado continúa así su plática el padre náhuatl:
Ahora es buen tiempo, todavía es buen tiempo, porque todavía hay en tu corazón un jade, una turquesa. Todavía está fresco, no se ha deteriorado, no ha sido aún torcido, todavía está entero, aún no se ha logrado, no se ha torcido nada. Todavía estamos aquí nosotros (nosotros tus padres) que te metimos aquí a sufrir, porque con esto se conserva el mundo. Acaso así se dice: así lo dejó dicho, así lo dispuso el Señor nuestro que debe haber siempre, que debe haber generación en la tierra. [...]He aquí otra cosa que quiero inculcarte, que quiero comunicarte, mi hechura humana, mi hijita: sabes bien, no hagas quedar burlados a nuestros señores por quienes naciste. No les eches polvo y basura, no rocíes inmundicias sobre su historia: su tinta negra y roja, su fama.
No los afrentes con algo, no como quiera desees las cosas de la tierra, no como quiera pretendas gustarlas, aquello que se llama las cosas sexuales y, si no te apartas de ellas, ¿acaso serás divina? Mejor fuera que perecieras pronto [...]
No como si fuera en un mercado busques al que será tu compañero, no lo llames, no como en primavera lo estés ve y ve, no andes con apetito de él. Pero si tal vez tú desdeñas al que puede ser tu compañero, el escogido del Señor nuestro. Si lo desechas, no vaya a ser que de ti se burle, en verdad se burle de ti y te conviertas en mujer pública [...]
Que tampoco te conozcan dos o tres rostros que tú hayas visto. Quien quiera que sea tu compañero, vosotros, juntos tendréis que acabar la vida. No lo dejes, agárrate de él, cuélgate de él, aunque sea un pobre hombre, aunque sea sólo un aguilita, un jaguarcito, un infeliz soldado, un pobre noble, tal vez cansado, falto de bienes, no por eso lo desprecies.
Que a vosotros os vea, os fortalezca el Señor nuestro, el conocedor de los hombres, el inventor de la gente, el hacedor de los seres humanos.
Todo esto te lo entrego con mis labios y mis palabras. Así, delante del Señor nuestro cumplo con mi deber. Y si tal vez por cualquier parte arrojaras esto, tú ya lo sabes. He cumplido mi oficio, muchachita mía, niñita mía. Que seas feliz, que nuestro señor te haga dichosa.
Así concluye la amonestación que da el padre a su hija. Terminada ésta, toca entonces hablar a la madre. Del largo discurso que solía pronunciar, observemos únicamente los puntos principales. Las palabras pronunciadas por la madre, hablan ya muy alto del nivel intelectual y moral en que se movía la mujer náhuatl que era capaz de pronunciar esas palabras para amonestar a su hija. He aquí lo que llamaríamos el prólogo de su plática:
Palabras de la madre a la hija:
Tortolita, hijita, niñita, mi muchachita. Has recibido, has tomado el aliento, el discurso de tu padre, el señor, tu señor.Has recibido algo que no es común, que no se suele dar a la gente; en el corazón de tu padre estaba atesorado, bien guardado.
En verdad que no te lo dio prestado, porque tú eres su sangre, tú eres su color, en ti se da él a conocer. Aunque eres una mujercita, eres su imagen.
Pero ¿qué más te puedo decir? ¿qué te diré todavía? ¿qué felicidad fuera, si yo te pudiera dar algo?, ya que su palabra fue abundante acerca de todo, pues a todas partes te ha llevado, te ha acercado, nada en verdad dejó de decirte.
Pero sólo te diré algo, así cumpliré mi oficio. No arrojes por parte alguna el aliento y la palabra de tu señor padre.
Porque son cosas preciosas, excelentes, porque sólo cosas preciosas salen del aliento y la palabra de nuestro Señor, pues en verdad el suyo es lenguaje de gente principal.
Sus palabras valen lo que las piedras preciosas, lo que las turquesas finas, redondas y acanaladas. Consérvalas, haz de ellas un tesoro en tu corazón, haz de ellas una pintura en tu corazón. Si vivieras, con esto educarás a tus hijos, los harás hombres; les entregarás y les dirás todo esto.
Luego vienen los consejos específicos. La madre enseña a su hija cómo ha de hablar, describe luego el modo de caminar propio de una doncella, su modo de mirar, de ataviarse, de pintarse, etc. Cita, como lo hizo ya el padre, la doctrina de los tiempos antiguos:
Mira, así seguirás el camino de quienes te educaron, de las señoras, de las mujeres nobles, de las ancianas de cabello blanco que nos precedieron. ¿Acaso nos lo dejaron dicho todo? Tan sólo nos daban unas cuantas palabras, poco era lo que decían. Esto era todo su discurso:Escucha, es el tiempo de aprender aquí en la tierra, ésta es la palabra: atiende y de aquí tomarás lo que será tu vida, lo que será tu hechura.
Por un lugar difícil caminamos, andamos aquí en la tierra. Por una parte un abismo, por la otra un barranco. Si no vas por en medio, caerás de un lado o del otro. Sólo en el medio se vive, sólo en el medio se anda.
Hijita mía, tortolita, niñita, pon y guarda este discurso en el interior de tu corazón. No se te olvide; que se tu tea, tu luz, todo el tiempo que vivas aquí sobre la tierra.
Al final del discurso se refiere una vez más al tema sexual. No es que los indios tuvieran miedo al sexo. Ya vimos las palabras del padre que al referir cuáles son las cosas que dan un poco de alegría en la tierra, señaló expresamente al “acto sexual por el cual se hace siembra de gentes”. La verdadera razón por la cual insisten acerca de este punto, es porque le atribuyen una grande importancia, piensan que usando del sexo a su debido tiempo, se encontrará en él verdadera alegría. Las mismas leyes penales vigentes en el mundo náhuatl, que condenaban el adulterio y otros varios delitos sexuales, confirman ya expresamente cuál era el verdadero sentido de estas amonestaciones acerca de la moral sexual:
Sólo me queda otra cosa, con la que daré fin a mis palabras. Si vives algún tiempo, si por algún tiempo sigues la vida de este mundo, no entregues en vano tu cuerpo, mi hijita, mi niña, mi tortolita, mi muchachita. No te entregues a cualquiera, porque si nada más así dejas de ser virgen, si te haces mujer, te pierdes, porque ya nunca irás bajo el amparo de alguien que de verdad te quiera.Siempre te acordarás, siempre se te convertirá en tu miseria, en tu angustia. Ya no podrás vivir en calma, ni en paz. Tu marido siempre tendrá sospechas de ti.
Mi hijita, tortolita, si vives aquí en la tierra, que no te conozcan dos hombres. Y esto guárdalo muy bien, consérvalo todo el tiempo que vivieres.
Pero si ya estás bajo el poder de alguien, no hables en tu interior, no inventes en tu interior, no dejes que tu corazón quiera irse en vano por otro lado. No te atrevas con tu marido. No pases en vano por encima de él, o como se dice, no le seas adúltera.
Porque, mi hijita, mi muchachita, si esto se consuma, si esto se realiza, ya no hay remedio, ya no hay regreso. Si eres vista, si se sabe esto, irás a dar por los caminos, serás arrastrada por ellos, te quebrarán la cabeza con piedras, te la harán papilla. Se dice que probarás la piedra, que serás arrastrada.
Se tendrá espanto de ti. A nuestros antepasados, a los señores a quienes debes el haber nacido, les crearás mala fama, mal renombre. Esparcirás polvo y estiércol sobre los libros de pinturas en los que se guarda su historia. Los harás objeto de mofa. Allí acabó para siempre el libro de pinturas en el que se iba a conservar tu recuerdo.
Ya no serás ejemplo. De ti se dirá, de ti se hará hablilla, serás llamada: “la hundida en el polvo”. Y aunque no te vea nadie, aunque no te vea tu marido, mira, te ve el Dueño del cerca y del junto ( Tloque-Nahuaque).
La conclusión de este discurso es una última exhortación, expresando el deseo de que el Dueño del cerca y del junto conceda calma y paz a la muchachita, la niñita pequeñita, para que por su medio los viejos, sus antepasados, alcancen gloria y renombre:
Así pues, mi niña, mi muchachita, niñita, pequeñita, vive en calma y en paz sobre la tierra, el tiempo que aquí habrás de vivir. No infames, no sean baldón de los señores, gracias a quienes has venido a esta vida. Y en cuanto a nosotros, que por tu medio tengamos renombre, que seamos glorificados. Y tú llega a ser feliz, mi niña, mi muchachita, pequeñita. Acércate al Señor nuestro, al Dueño del cerca y del junto.
Los discursos transcritos son sólo una muestra del modo como se ligaban estrechamente los ideales éticos y educativos del mundo náhuatl con el concepto de “rostro y corazón”. Como estos discursos, existen en elCódice Florentino y en las colecciones de Huehuehtlahtolli o pláticas de los viejos, otras muchas exhortaciones dirigidas a sembrar en el corazón de los niños y la juventud la semilla de los grandes ideales. Fray Bernardino de Sahagún supo apreciar, tal vez mejor que nadie, el profundo valor humano de estos discursos. Pensando en ellos, escribió que aprovecharían mucho más que algunos de los largos sermones que dirigían los misioneros a los indios.
García Quintana, Josefina. “El huehuehtlahtolli –antigua palabra– como fuente para la historia sociocultural de los nahuas”, Estudios de Cultura Náhuatl. México, iih, unam, v. 12, 1976, pp. 61-71.
Garibay K., Ángel María. Historia de la literatura náhuatl. México, Porrúa, 1953-1954, 2 vols.
Huehuehtlahtolli, Testimonios de la antigua palabra, edición y estudio introductorio de Miguel León-Portilla, transliteración del texto náhuatl traducción al español y notas de Librado Silva Galeana. México, sep y fce, 2011.
León-Portilla, Miguel. Bernardino de Sahagún. Pionero de la antropología. México, iih, unam (Seleerie: Cultura Náhuatl. Monografías; 24) / colnal, 1999.
León-Portilla, Miguel. Los antiguos mexicanos a través de sus crónicas y cantares. México, fce, 1998.
Mendieta, Jerónimo de. Historia eclesiástica indiana, ed. de Joaquín García Icazbalceta. México, Editorial Salvador Chávez Hayhoe, 1945, 4 vols.
Olmos, Fray Andrés de, Arte de la lengua mexicana, notas de Rémi Siméon, reproducción facsimilar de la edición francesa de 1875, prefacio de Miguel León-Portilla, Guadalajara, Jalisco, Edmundo Aviña Levy, editor (Biblioteca de facsímiles mexicanos; 7), 1972.
Sahagún, fray Bernardino de, Códice Florentino. Historia general de las cosas de la Nueva España. Manuscrito 218-20 de la Colección Palatina de la Biblioteca Medicea-Laurenziana, ed. facs., México/Florencia, Archivo General de la Nación/Casa Editorial Giunti Barbera, 1979, 3 vols.
Sahagún, Fray Bernardino de, Historia general de las cosas de la Nueva España, ed. y estudio de Ángel Ma. Garibay K., México, Porrúa, 1956, 4 vols.