La narrativa oral maya en lengua original y español es de constante producción y transmisión entre la población que vive en el estado de Quintana Roo. En las aldeas pertenecientes al municipio de Felipe Carrillo Puerto (como Chankaj Veracruz, San Andrés, Chankaj de Repente, X-Hazil, Chan Santa Cruz, entre otros) los géneros narrativos más difundidos son las leyendas, los mitos y los cuentos. La intención del presente artículo es describir una variedad de éstos últimos que los pobladores mayas denominan voladas o bolaatas y que son transmitidos de manera informal en la vida cotidiana, aunque también en los días festivos.
Uno de los rasgos principales de las voladas tiene que ver con su breve extensión. Se nos ha dicho en los trabajos de campo que son “cuentos chicos”, porque duran entre cinco y diez minutos, mientras que los cuentos largos traspasan ese lapso, llegando incluso a durar más de dos horas. Éste es un matiz básico en la narrativa maya que podrá distinguirse a lo largo de esta exposición, ya que tiene características que la particularizan a pesar de compartir elementos y formas textuales de la tradición occidental. Lo que sigue en adelante es una descripción que servirá para demostrar que las voladas son textos de diversa construcción, porque en ocasiones adquieren las formas de la narración etiológica, humorística, anecdótica, legendaria, mitológica o de los cuentos maravillosos, aunque siempre apegándose al requisito de la brevedad.
Las voladas –a diferencia de los cuentos largos y los mitos, que suelen ser narrados especialmente por los ancianos que ostentan mayor repertorio– son transmitidas por personas de distinta edad, sin que esto le reste importancia a la figura de los ancianos, quienes siguen siendo los principales portadores y transmisores de la tradición oral. Naturalmente hay ancianos que saben más cuentos que otros. La gente conoce bien a los que tienen un repertorio amplio, debido a que los han escuchado en persona o a través de la Radio Xenka.[1] A Claudio Canul Pat y Marcelino Yam Chablé (q.e.p.d.), narradores de San Andrés y Chan Santa Cruz respectivamente, fue posible conocerlos a través de esa fama que la gente les atribuía. Según explicaciones de sus vecinos, por lo regular las voladas son narradas en lengua maya, aunque los eventos en idioma español han sido frecuentes, debido a que los estudiantes de las secundarias y de los bachilleratos los han buscado para entrevistarlos. Según Claudio Canul, a su casa han llegado los estudiantes y lo han llevado al salón de clases para escucharlo.
En esa vez que fuimos en la secundaria conté el cuento en español para que todos entendieran, es que no todos los que van en la escuela de Carrillo (Felipe Carrillo Puerto) hablan la maya, sí lo entienden, pero no todo, el español eso sí lo hablan todos, los que hablan la maya también lo saben, todos lo saben.[2]
Agregó que los maestros del nivel básico por lo general no saben lengua maya y que por eso la comunicación en español ha sido necesaria. Desde su punto de vista, la transmisión en español no es preocupante, ya que para él lo importante es que los cuentos se sigan transmitiendo y no se pierdan: mientras haya interés no importa si se cuentan en maya o en español.[3] Marcelino Yam coincidió con esta afirmación, ya que varias veces estuvo ante la necesidad de narrar los relatos en español, por ejemplo cuando le tocó ir a la radio Chan Santa Cruz, donde el locutor le habló en ese idioma.[4]
De acuerdo con ambos interlocutores, lo que se cuenta en la tradición oral suele denominársele úuchben tsikbal, es decir la textualidad antigua que incluye diversos géneros como las canciones, los rezos sacerdotales o las narraciones. Según Claudio Canul, podría decirse que se trata solamente de narraciones, ya que son los textos más abundantes y que continuamente se están contando. Por su lado, Marcelino Yam afirmó que úuchben tsikbalo’ob son también las canciones y las adivinanzas, porque “también son cosas antiguas”. En relación a las narraciones ubicamos coincidencias entre los dos interlocutores. Según Marcelino, por un lado se pueden situar las historias (las cosas antiguas que sucedieron desde la creación del mundo) y por el otro a los cuentos. Esta es la clasificación general que ambos mencionaron, la cual no coincidió con la que comúnmente se tiene en la sociedad mestiza de México, especialmente la que se enseña en las escuelas. Durante los trabajos de campo fue posible advertir que las narraciones, incluyendo a las voladas, tienen un significado propio de la cultura maya, a pesar de que se encuentran muy relacionadas con la occidental. Por ejemplo, según palabras de Claudio Canul, los cuentos de reyes narran acontecimientos que tuvieron lugar en la segunda generación del tiempo mitológico, la llamada época de las virtudes o de los tsayaan winíiko’ob (los inmortales). Estos relatos, como no tienen que ver con las creaciones y destrucciones del mundo ocasionadas por Dios, no pueden ser considerados como históricos, son “ejemplos” de cómo sucedía la vida en la antigüedad antes de que Jesucristo fundara la tercera generación. Por esta situación, podemos decir que en la concepción de cuento entre los mayas hay un asunto de interés especial, debido a que constituyen textos que por un lado son ficciones que nadie puede comprobar, y por el otro resultan ser testimonios de una vida pasada que se ubica en la cosmovisión y en la mitología. Marcelino Yam complementó esta explicación de Claudio Canul de la siguiente manera: “nadien asegura que el rey de Rosalía (uno de los cuentos que grabamos en cinta de casete) existió, pero el cuento te ayuda a saber que en ese tiempo vivieron reyes”. Teniendo en cuenta estas consideraciones sobre los cuentos, ambos interlocutores destacaron dos divisiones que tienen que ver más con la extensión, es decir, existen los cuentos largos y las voladas.
Según las explicaciones de los narradores entrevistados, los cuentos se clasifican en aquellos que refieren la época de las virtudes y que tienen que ver con la segunda generación ubicada en los relatos mitológicos. Después están los que narran historias de animales, de temática religiosa y sobre seres malignos (k’ak’as ba’alo’ob). En una división aparte don Claudio y don Marcelino ubicaron a las voladas, los relatos cortos que no tienen personajes fijos, que en ocasiones son picarescos, anecdóticos o que simplemente narran algún acontecimiento cotidiano, histórico, legendario o mitológico de manera muy breve. Según explicaciones de nuestros interlocutores, se piensa que las voladas tienen el objetivo de provocar la risa, informar, instruir y además manifestar la identidad de los mayas como campesinos. Al principio creímos que se aproximaban más a lo que suele conocerse como chistes. Estas narraciones, sin embargo, por lo general van más allá de la mera intención de provocar la risa, ya que pueden tener finalidades diversas y que se ubican en distintos géneros narrativos, tal y como se verá en adelante. Desde el punto de vista de los interlocutores, el nombre de voladas tiene que ver con su duración al momento de ser transmitidos en la oralidad. Como dijera en una frase muy corta don Marcelino Yam Chablé: “Las voladas se cuentan de volada”.
Esta manera de clasificar a los cuentos por su tamaño, y no precisamente por sus contenidos narrativos, ha resultado ser una novedad y un reto de carácter metodológico para su descripción, toda vez que bajo este criterio de diferenciación se pueden incluir formas textuales de diversa intención discursiva. Lo que sigue a continuación es un adelanto de este ejercicio preliminar de clasificación de acuerdo a sus intenciones discursivas que van desde los textos humorísticos, los de carácter instructivo, sobre relaciones sociales y los que tienen estrecha relación con las narraciones mitológicas, maravillosas, fabulísticas o legendarias. Para cumplir con este cometido, se toman como puntos de partida algunos ejemplos que nuestros interlocutores, Claudio Canul y Marcelino Yam, compartieron para esta exposición.
Caracterización estética de las voladas
1. Como textos de humor
Las voladas por lo general procuran la risa de quien las escucha. Si bien es el mismo caso al de los cuentos largos, al parecer la brevedad y la contundencia de los finales narrativos en las voladas permiten el efecto humorístico requerido. Tal es el caso de "La volada del rey" (ver ejemplo), que promueve la identificación del auditorio con un campesino que en la trama pone en evidencia a su superior el rey. El hecho provoca la risa de los participantes, debido a que la astucia de dicho personaje se opone a la ingenuidad del otro. La inmediatez de este acontecimiento final y la manera como la refiere el narrador permiten que se cumpla este objetivo primario del texto, el humor, el cual sólo es parte de todo un conjunto de finalidades discursivas que ya comentaremos más adelante sobre este mismo relato que se cita a continuación:
"La volada del rey"
Hay un rey. Bueno, a ese rey le dijeron que hay un campesino que le puede engañar, u tuusu, que engaña.[5]
—No –dice el rey–. Se les engaña a los que no saben, pero como yo soy rey, no es muy fácil.
—Ahhh eeeeey ahí te chinga, ahí te engaña –le respondieron sus chambeadores.
—No, no, no, se le engaña de los que no saben, pero yo, como rey, yo sé muchas cosas, yo tengo estudios, ese campesino qué madre va a saber.
Bueno. Una vez entonces lo vio a ese muchacho, ese campesino que engaña a muchas personas. Cuando lo encontró, pensó: “ahí está el muchacho que dicen que es muy bueno para engañar. Lo voy a probar”.
—Oye muchacho –dice– me tienes que engañar.
Pero rey, ¿cómo te voy a engañar? Si tú eres rey.
—Si… Por eso.
—No, tú sabes más, yo soy una simple persona campesina, cómo te voy a engañar, tú eres rey, sabes muchas cosas…
—Sí, pero me tienes que engañar, si no mañana te corto la cabeza –dice el rey.
—Bueno, señor rey –dice– ¿No sabes que para engañarte no es sólo así? Hay un librito que me sirve, voy a buscarlo a mi casa, espérame ¿Sí? No me tardo.
Tá bueno, hijo, tá bueno, anda a buscarlo.
Y se fue. Se pintó y no regresó.
Y ese rey pensó: “Ese muchacho ya me… [Risa del narrador] Ya me engañó”. Creyó que fue a buscar el libro, nada, si ya lo chingaron y allí se quedó esperando como una hora, dos horas, tres horas. Allí se quedó esperando en el camino
¿Ya ves que sí es más listo el campesino? El rey dice que sabe muchas cosas, pero el muchacho salió más chingón. Ahí queda esa volada.
Claudio Canul Pat, San Andrés,
Felipe Carrillo Puerto,
Quintana Roo, enero de 2007
Entre los textos de intención humorística se encuentran los que narran historias de parejas hombre-mujer. Según nos informó Marcelino Yam, estas voladas las aprendió en el contexto de su trabajo en los campamentos chicleros. En aquellos tiempos, entre 1960 y 1970, lapso en que la extracción de la resina al árbol chicozapote estaba en decadencia, don Marcelino aseguró que convivió con trabajadores que solían transmitirse voladas con temáticas sexuales y de tono picaresco. El ejemplo de la "Volada del baile" proviene de este contexto donde se expone el tipo de relaciones que sostienen un hombre y una mujer en los pueblos mayas. En este caso, el personaje que representa al rol social superior (el hombre) de nuevo sucumbe ante la astucia o la perspicacia del personaje supuestamente más débil (la mujer), el efecto humorístico de este relato se logra cuando sucede la puesta en evidencia o la burla.
"Volada del baile"
Ahí va otra volada. Hay otro muchacho que está noviando con una muchacha. De repente supieron que allá en su pueblo habría un baile. Le dijo a su novia que si iban a bailar y ella dijo que sí. Llegó el día del baile. Estaban alegres y se fueron en donde estaba la música. Bueno, pues los músicos tocaron como cuatro piezas. Allí estaban ellos dos, entonces él sacó a bailar a la muchacha y ella dijo que sí. Ahí estaban bailando, él la estaba abrazando, agarrándole su cuerpo así como cartón de cerveza [risa del narrador]. Un de repente él se puso cariñoso, como estaba caliente la muchacha al muchacho se le paró el pichón y estaban bailando así abrazados y se estaban rozando allá abajo, él la apretaba y sentía bien sabroso. Entonces la muchacha se dio cuenta que él la estaba vacilando así. Ella se jaló para separarse un poco, pero el novio al ver que ella se jaló volvió a pegarse. Terminó la canción. Cuando empezó otra música, siguió pasando lo mismo. Entonces se terminó el baile y se despidieron. Él le dijo:
“hasta mañana, mi amor”,
“hasta mañana”, dijo ella.
Se fueron. Amaneciendo se encontraron otra vez. El muchacho le dijo:
—¿Cómo amaneciste, chula? ¿Verdad que anoche bailamos bien?
—Sí bailamos –contestó la muchacha– oye, por cierto ¿Y qué es lo que me estaba rozando cuando estábamos bailando?
—Ah, era mi foco –le dijo él.
¿Y por qué no se lo llevaste a tu madre para que lo cuide? [El narrador se ríe] Debiste dárselo a tu madre para que no andes con tu foco de mano.
Lo que el muchacho le dijo era mentira, pero la muchacha salió más lista y le preguntó por qué no se lo dio a su madre [risa del narrador] Se terminó la volada.
Marcelino Yam Chablé,
Chan Santa Cruz,
Felipe Carrillo Puerto, marzo de 2007
Otro ejemplo humorístico es la "Volada del ratón", que pretende hacer reír a través del asombro de quien lo escucha, debido más a su construcción ingeniosa (que termina justamente donde comenzó) que a la puesta en evidencia de uno de sus personajes.
"Volada del ratón"
Ahorita vamos a contar la volada del ratón. Para empezarle, hay una casa así como es mi casa. Allí estaba una vieja que puso un cinco centavos sobre la mesa; un de repente olvidó que ahí lo dejó y se bajó el ratón del techo, pasó en la mesa, vio el cinco y se lo agarró, se lo llevó el cabrón. Cuando se acordó la vieja, pensó: “¿Dónde lo puse el cinco, dónde lo puse? Si aquí lo puse, ¿dónde lo pusiste? Aquí en la mesa lo puse ¿Quién se lo robó? ¿Quién se lo robó? Aquí nadie entra”. Se sospechó la vieja: “Ese ratón se lo llevó ¿Será? Sí, ese cabrón fue. Vamos a decirle al gato. Entonces la vieja va donde está dormido.
Oyes gato, sabes, anda a pescar el ratón, búscame ese cabrón porque el ratón se llevó mi cinco.
—Já –dice el gato– ¿Qué me debe el ratón para ir a pescarlo? Sí, yo como su carne, pero ahorita que lo vaya a buscar, no.
—Ah, ¿no lo vas a buscar?
—No.
La vieja se fue a decirle al perro:
—Oyes perro, sabes, anda a ladrar al gato, porque el gato no quiso pescarme el ratón, porque el ratón se robó mi cinco —dice. Contesta el perro:
—No, no voy a ladrar al gato, porque no puedo pelear con él, tiene muchas uñas y es más ligero que yo. Además, no tengo por qué ir a buscarle.
—Ah ¿no vayas a buscarle?
—No.
—Está bien. Le voy a decir al palo.
—Oye palo, anda a pegarle al perro, porque el perro no quiso ladrar al gato, porque el gato no quiso pescar el ratón, porque el ratón se robó mi cinco.
—Aaaay –dice el palo– no, estoy tranquilo así parado en la esquina, no voy a pegarle al perro ¿Él qué me debe para pegarle?
—Ah ¿no vayas?
—No.
La vieja se fue a decirle a la candela:
—Oyes, candela, hazme el favor de quemar ese palo, porque el palo no fue a pegarle al perro, porque el perro no quiso ladrar al gato, porque el gato no quiso pescar el ratón, porque el ratón se llevó mi cinco.
Dice la candela:
—No, yo no voy a quemarlo, pues es pobre inocente, no, no lo quemo –dice la candela.
—Ah ¿No lo vas a quemar?
—No.
La vieja se fue con el agua que estaba en un charco.
—Oye agua, anda a apagar el lumbre, porque el lumbre no quiso quemar el palo, porque el palo no quiso pegar al perro, porque el perro no quiso ladrar al gato, porque el gato no quiso pescar el ratón, porque el ratón se llevó mi cinco –dice.
—Ah ¡Qué madre! No lo voy a apagar, estoy aquí tranquilo y no puedo levantarme –dice el agua…
—Ah ¿no vayas?
—No.
La vieja se fue con la vaca.
—Vaca, anda a tomar el agua, por favor, pero toda el agua que lo tomes todo, porque el agua no quiso apagar la candela, porque la candela no quiso quemar el palo, porque el palo no quiso pegarle al perro, porque el perro no quiso ladrarle al gato, porque el gato no fue a pescar el ratón, porque el ratón se robó mi cinco –dice.
Responde la vaca:
—Ah no hombre, no lo voy a tomar, no voy.
—Ah ¿no vas a tomar?
—No.
—Bueno, pos te voy a matar.
—Aunque me mates, no voy a tomar el agua, mátame si lo quieres.
—Está bien –entonces la vieja le habló a una persona que tenía su machete– Oyes tú, ven acá.
—¿Qué voy a hacer?
—Ve acá. No me preguntes, yo te mando, voy a darte un trabajo. Tú tienes el machete, por favor mata a la vaca, porque la vaca no quiso tomar el agua, porque el agua no quiso apagar la candela, porque la candela no quiso quemar el palo, porque el palo no quiso pegarle al perro, porque el perro no quiso ladrarle al gato, porque el gato no quiso pescar el ratón, porque el ratón se llevó mi cinco –dice.
—Ah, está bueno, si usted me ordena voy a matar esa vaca, voy por mi machete.
El hombre fue por su machete, cuando llegó al patio, la vaca pensó: “Coño, si no tomo el agua, sí me van a matar. Mejor voy a tomar el agua.”
Entonces se fue la vaca a tomar el agua: cuando vio el agua que lo van a tomar, se levantó a apagar el lumbre; cuando el lumbre vio que lo van a apagar, se levantó a quemar el palo; vio el palo que lo iban a quemar, salió a pegarle al perro; vio el perro que le iban a pegar, corrió a ladrarle al gato; el gato vio que le van ladrar por el perro, se fue a pescar el ratón; el ratón vio que lo ya lo están buscando, ahí tumbó el cinco sobre la mesa; la vieja vio que allí rodó el cinco centavos, lo agarró y se lo guardó. Ahí queda ese chan cuento, esa volada.[6]
Marcelino Yam Chablé,
Chan Santa Cruz,
Felipe Carrillo Puerto, agosto de 2006
Estos ejemplos de voladas pretenden el buen humor del auditorio, aunque no siempre recurren al motivo de la puesta en evidencia de un personaje. La "Volada del ratón" es un texto que sobresale por su forma, por su ritmo ingenioso. Cuando presenciamos la narración oral de Marcelino, nos pareció divertida la serie de encuentros concatenados que la llamada “Vieja” sostuvo con los distintos personajes de su vida cotidiana, el gato, el perro, el palo, la lumbre, el agua, la vaca y el hombre. El asombro fue mayor al advertir cómo aquella serie concatenada se revertía para volver al inicio y terminar así la narración. Por otra parte, la "Volada del ratón" permite advertir cómo en la tradición oral maya permanecen y se difunden textos que se estructuran a partir de fórmulas, de pautas mnemotécnicas que sirven precisamente para su memorización.[7]
2. Como texto instructivo
Marcelino Yam y Claudio Canul comentaron que de las voladas, así como de los cuentos largos y los mitos, es posible adquirir un aprendizaje, una instrucción. Por lo general explicaron que estas enseñanzas podrían ser positivas si es que una persona evita caer en los errores que cometieron determinados personajes. Claudio Canul mencionó que son “instrucciones” porque uno puede actuar de manera prudente si se encuentra en una circunstancia similar a la que refieren las voladas. De esta manera, se pueden librar situaciones adversas, Según sus palabras:
La volada sirve como un instrucción. Por ejemplo, tú oyes una volada sobre lo que le pasó a una persona, entonces eso ya lo tomas en cuenta, porque eso que pasó en una volada a cualquiera le puede suceder. Con ese ejemplo que nos da la volada hasta uno puede cuidarse un poco ¿no? Porque ya tomas en cuenta que hay voladas donde se dicen que así se puede joder fulano, que así le pasó, que así lo chingaron… Así está la volada, parece nada pero es un instrucción para las personas, para cualquiera.[8]
Sobre este asunto de las instrucciones, les preguntamos a los narradores si como instrucciones se referían a las moralejas entendidas como ejemplos para el comportamiento ético, a lo cual respondieron que sí; sin embargo fue posible observar que no era eso a lo que exactamente se referían, ya que las instrucciones al perecer tenían que ver más con cuestiones pragmáticas de la vida cotidiana y no tanto con el comportamiento moral. En términos de Claudio Canul, las voladas se refieren a situaciones en que un personaje superó a otro. De esta manera, el relato es un ejemplo de cómo alguien puede evitar ser burlado, maltratado, humillado o “chingado”; lo que se busca aprender son cuestiones prácticas de beneficio personal, aunque eso no quiere decir que las voladas carezcan de enseñanzas de tipo moral.
En todo caso la concepción de la volada como un relato del cual se puede extraer una instrucción práctica para la vida cotidiana, es un rasgo particular de la oralidad maya que es advertible a partir de la etnografía. Hasta el momento, observaciones de este tipo no se han podido localizar en estudios sobre el cuento popular de otros pueblos mesoamericanos. Desde mi punto de vista, hacerlas en próximas investigaciones será fundamental para entender mejor el lugar que las narrativas orales ocupan en las cosmovisiones indígenas, sean cuentos, mitos o relatos breves. En el caso maya de Quintana Roo, ha sido posible notar que la producción textual de la volada tiene que ver efectivamente con asuntos humorísticos, pero ahora se ha agregado el rasgo de su utilidad didáctica para asuntos de carácter práctico en la vida social. Como se verá a continuación, las voladas tienen otras características discursivas que bien valdría observarlas en aras de distinguir sus usos más allá de las meramente lúdicas. Entre los textos de este tipo se puede ubicar La justicia es la justicia, que Claudio Canul citó, entre otros, como ejemplo del tipo de instrucciones que se pueden aprehender de una volada. Cabe destacar que para discernir dichas instrucciones, según explicó el narrador, habrá de hacerse un ejercicio de interpretación que no siempre se hace explícita en la interlocución, sino que se queda como algo sobre entendido. “Cada uno sabe lo que aprende de la volada”, dijo.[9] Este es el ejemplo:
"La justicia es la justicia"
Hay otra volada, es de un muchacho que iba a viajar. Su mamá le hizo su chan lonche, le asó un pollo y le puso tortillas.[10] Él se salió y tomó su camino, más tarde llegó en donde estaba una sarteneja, una piedra donde se acumula el agua de lluvia, cerca de allí se sentó a comer. Apenas estaba comiendo, cuando se acercó un señor con su esposa embarazada. El muchacho no le convidó nada a la señora, él comió y comió, después metió el resto en su sabukán y se levantó.[11] La mujer vio lo que el muchacho estaba comiendo y por el antojo tuvo un aborto. Después de eso el esposo se encabronó:
“Puta, por causa de este cabrón, que no le regaló un poco de su comida a mi vieja tuvo un aborto, eso no se debe quedar así, me voy a quejar cuando llegue al pueblo”.
El esposo estaba seguro de lo que haría. El muchacho como sin nada siguió su camino. Ya estaba llegando en el pueblo, cuando encontró un señor que tenía a su caballo en el suelo, el pobre animal tenía amarrada su carga. Intentaba levantarlo, pero no podía.
—Oyes –le dice el muchacho– te voy a ayudar.
—Bueno –le contesta el otro.
El muchacho agarró de la cola al caballo y así quiso levantarlo, pero ¡Tras! Se zafó la cola.
—¡Chinga su madre! –dijo el señor– ya le zafaste la cola.
Allí estaba el caballo, se le veía el culo pelado, estaba feo.
–Muchacho, ya me fregaste, me voy a quejar, me tienes que pagar –se la sentenció.
El muchacho estuvo tranquilo. Al poco rato, el primero en quejarse fue el dueño del caballo. Llegó a la comandancia y le dijo al juez:
—Señor juez, vine a poner mi queja.
—Sí, a ver dime ¿En contra de quién te vienes a quejar?
—En la entrada del pueblo, este muchacho, por querer ayudarme a levantar mi caballo le zafó su cola.
—Bueno, entonces ¿Qué es lo que quieres? –le preguntó el juez.
—Pues yo quiero su cola de mi caballo ¿Qué más?
—Está bien –dijo el juez, luego se dirigió al muchacho– Oyes, tú, pues ahora tienes que agarrar el caballo y te lo llevarás, hasta que tenga su nueva cola lo traerás y se lo entregaremos a su dueño.
—Está bueno –dijo el muchacho– si así es la justicia.
—La justicia es la justicia –afirmó el juez– entonces te llevarás el caballo y cuando le vuelva a salir su chingada cola lo traerás y se lo daremos a su dueño [Risas entre narrador y entrevistador].
—Sí señor, justicia es justicia.
El muchacho tomó la soga del caballo y ya estaba por llevárselo cuando llegó el esposo de la señora que tuvo el aborto. El juez le preguntó:
—¿Y ahora tú qué quieres?
—Señor juez, he venido a imponer mi queja en contra de este mismo muchacho.
—¿Y ahora por qué?
—Es que lo encontramos en el camino, donde está una sarteneja; él se sentó a comer un pollo asado sin convidarle nada a mi vieja. Ella estaba embarazada y por el antojo perdió a mi hijo.
—¿Ah sí?
—Sí.
—Bueno ¿Qué es lo que quieres?
—Pues quiero mi hijo ¿Qué más?
—Está bien –el juez se dirigió al muchacho y dijo– ¡Oyes tú! Ya que hiciste eso, tienes que agarrar la mujer de este señor, te la llevarás, cuando ella se embarace de nuevo la traerás y se la entregaremos a su esposo [Risas entre narrador y entrevistador].
—No señor, no –replicó el esposo.
—¿Por qué no? –dijo el juez– la justicia es la justicia ¿No es tu hijo lo que quieres?
—Sí.
—Pues ahí está, cuando ella quede otra vez embarazada te la devolvemos.
Entonces el juez se volvió hacia el muchacho y le dijo:
—Ahora sí, ya estuvo la justicia. Tú ándate con la mujer y el caballo.
—Bueno –respondió el muchacho –desató el animal y se montó con la señora para irse, ya tenía caballo y mujer [risas].
El dueño del caballo se quedó pensando: “Puta madre, este muchacho ¿Cuándo me entregará mi caballo? No, mejor voy por él”. Corriendo se fue a alcanzarlo en la salida del pueblo.
—Oyes –le dice– coño, te estás llevando mi caballo.
—Sí, pues la justicia es la justicia, cuando tenga su nueva cola, te lo entrego ¿No así lo acordamos?
—Mira, mejor te doy mil pesos, dame mi caballo.
—Bueno, si es así, sí –recibió el dinero, entregó el animal y siguió su camino. Él había salido a chambear y ya tenía mil pesos. Entonces lo alcanzó el otro y le dijo:
—Oyes, te estás llevando mi señora.
—Sí, así es la justicia, cuando ella esté embarazada yo te la entrego.
—No –respondió el otro– mira, ahí están mil pesos, pero dame mi mujer.
—Bueno, como quieras, ahí está tu chingada vieja.
Después de entregarla, el muchacho regresó a su casa, saludó a su querida mamá, se acostó en su hamaca, sacó los dos mil pesos y se puso a pensar que no es muy difícil ganar el dinero [Risas del narrador y del entrevistador]. Ahí se terminó la volada.
Claudio Canul Pat,
San Andrés, Felipe Carrillo Puerto,
Quintana Roo, enero de 2007
3. Como discurso sobre las relaciones sociales[12]
Si consideramos un motivo recurrente en las voladas, por ejemplo, aquel donde el personaje aparentemente débil burla a otro más fuerte, podemos plantearnos preguntas de carácter hermenéutico sobre sus posibilidades de sentido. Si bien Ángel Hernández Fernández nos dice que los cuentos breves de humor por lo general tienen este motivo de la burla, el cual se puede distinguir en las tradiciones orales de diversos pueblos del mundo,[13] lo interesante para nuestro estudio es comprender su importancia y saber por qué abundan en una cultura particular como la de los mayas quintanarroenses. Hasta el momento hemos advertido que en sus narraciones pueden hacerse análisis correspondientes a las relaciones sociales. Por ejemplo en las voladas donde personajes hombres y mujeres actúan como si fueran novios o esposos recién casados; en estos casos las voladas hacen una especie de mimesis sobre los roles que ambos géneros desempeñan en la sociedad. Lo interesante de esto radica en la diversión que ocasiona la burla hacia los hombres, como si fuera importante resaltar que en las aldeas mayas no predomina siempre el dominio del sexo masculino sobre el femenino, debido a que hay momentos en la cotidianidad en que la jerarquía supuesta se desfasa y se contradice. Efectivamente persisten los efectos humorísticos en estas voladas, sin embargo, desde el punto de vista antropológico, resulta importante comprender su persistencia en la tradición oral maya, la cual podría deberse mucho a la capacidad que tienen los textos para generar la identificación narrativa de los interlocutores; es decir, para hacer pensar que lo que sucede en las tramas de los textos es análogo a lo que sucede en la vida social real.
"La volada del rey" (citada más arriba), es un relato que también nos permite pensar y analizar las relaciones sociales de poder en el seno de la sociedad maya.[14] Como principio, en éste se puede observar y describir al personaje del rey, que es caracterizado como un hombre rico que, por tal razón, tiene mejor educación. Su ventaja la presume de tal modo que justifica así su derecho a la humillación de sus empleados y al ejercicio de su poder. No obstante, esto no es suficiente para la astucia que muestra el campesino mentiroso, quien al final logra ponerlo en evidencia. El relato brinda elementos descriptivos que simbólicamente nos están hablando de una realidad histórica, la cual, según los narradores entrevistados, sigue vigente. Es como si la volada tuviera la misión de señalar las características de personas reales narrativamente simbolizadas. No se trata de ubicarlas geográficamente, ni con fechas, ni con nombres, sino de señalarlas a través del símbolo, decir que existieron y que seguramente existen dado que aún dan elementos para pensar y decir. En este caso: el rey es caracterizado como alguien engreído, pero con un capital cultural suficiente para estar mejor “educado” que un campesino. Éste, por su parte, al parecer no necesita ser acaudalado para interrelacionarse de tú a tú con el rey, le basta con tener de su lado a la astucia y a la picardía para salir avante.
"La volada del rey", aunque es un texto breve, ha permitido hacer un esbozo hermenéutico que nos llevó del texto transcrito a la descripción etnográfica de las relaciones sociales en las localidades y también a una revisión exhaustiva de la historiografía sobre los mayas quintanarroenses. El punto de partida para esta labor fue el tema del conflicto.[15]
En un principio advertimos que la brevedad de esta volada permite distinguir que hay un planteamiento, un desarrollo y un clímax donde dos personajes dialogan y resuelven sus diferencias a partir del hecho principal, el engaño de parte del campesino. Este conflicto es, según nuestro punto de vista, el símbolo más importante de la narración, porque admite una exégesis de tipo social. Por un lado tenemos al rey, un personaje aspectado como poderoso, adinerado, mandamás, prepotente y, como ya mencionamos, muy bien educado. Por el otro nos encontramos con el campesino, presentado como humilde, sencillo, analfabeto, pobre y empleado del rey. Con estos datos se puede pensar que la estructura social está expuesta en el texto, donde al final, la astucia del campesino se impone ante la ingenuidad del rey. Pero eso no es todo, sucede que al principio el rey es invitado por sus súbditos a entrevistarse con el mentiroso y así probar su valor como soberano. Puede ser que los trabajadores, sintiéndose seguros de que el rey por fin sería humillado, le sugieren dicha entrevista. En este sentido pensamos que el relato puede estar haciendo una mimesis de la vida social caracterizada por las divisiones entre los que son poderosos y los que son personas humildes, donde, de manera simbólica, éstas últimas incurren en un acto de rebeldía a través del personaje mentiroso.
Estas relaciones sociales han sido observadas en la vida cotidiana de las localidades. Es el ejemplo de Marcelino Yam, quien en todo momento procuró demostrar que ser un campesino no quiere decir que sea estúpido. Sus comentarios de cómo los funcionarios municipales, estatales o de la Comisión Nacional para el Desarrollo para los pueblos Indígenas (CDI) son ignorantes de la forma en que se trabaja la milpa, de las cosas de los mayas, fueron a menudo sarcásticas al destacar que ni por ser personas estudiadas dejaban de ser ignorantes. Su ejemplificación fue tan sólo una de numerosísimas en la zona. Al parecer "La volada del rey" intenta fundamentar esta visión en cómo una persona “humilde” puede demostrarle a una persona “preparada” que sabe más o que puede ser más astuta. No hay duda de que la narración expresa de manera enfática un sentir compartido por el colectivo, un discurso socialmente aceptado y que en sí es una tradición. Tan sólo 31 de los 56 cuentos largos que compilamos en trabajos de campo lo manifiestan en nuestro corpus, no es un fenómeno que se presente sólo en las voladas. Al tener esta recurrencia temática, se puede inferir que la simbolización de las relaciones de poder, que podrían incluir las de clase o interétnicas, son una constante de gran interés en la tradición oral maya. De este modo es en el decir, en la narrativa oral, donde se manifiesta la manera en que un grupo busca hacerse presente y portar el discurso de acuerdo al lugar que ha ocupado y ocupa en la estructura social.[16] Este es un punto de vista que Jonathan Friedman (1992) sostiene en su ensayo Myth, history, and political identity, donde reconoce cómo la narración mítica (también es el caso de los cuentos) responde a ciertos intereses (digamos políticos, étnicos y económicos) y a ciertas necesidades producidas en las relaciones de alteridad.
Por otra parte, "La volada del rey" además permite la transmisión de valores que en la vida social son tenidos en cuenta, por ejemplo la astucia y la inteligencia que ayudan a salir avante a cualquiera que se encuentre en situaciones de conflicto de tipo interpersonal e incluso interétnico. De este modo nos vemos obligados a decir que los relatos como "La volada del rey" permiten ver más allá de su función lúdica e instructiva que indicaron nuestros interlocutores mayas; en ellos hay todo un trasfondo, un horizonte de comprensión amplio que hace pensar en las relaciones sociales de los mayas tanto en el presente como a lo largo de su historia. Mucho más cuando el corpus de textos indica que la preocupación por estas relaciones, ya sean de género, de edad, interétnicas o de clase, son relevantes para los mayas.
4. Su cercanía con el mito, la leyenda, el cuento maravillosos o la fábula
Como se ha mencionado anteriormente, las voladas sólo se pueden considerar de este modo por su extensión, ya que es difícil suponer que sean un género distintivo o nuevo de la narrativa. Por el contrario, se caracterizan por estar entextualizadas en los estilos del mito, la leyenda, el cuento maravilloso o la fábula. En las voladas "El origen del apellido Can" y "Laguna Ocom" se puede observar que son cuentos mitológicos. Estos son los ejemplos, primero el relato del apellido Can:
"El origen del apellido Can"
Había un señor que vivía solo en su rancho. Estaba en su milpa cuando oyó un ruido. Se fue a ver qué era ese ruido. Llegó entonces donde estaba una culebra enrollada, muy grande era ese animal. Vio al cielo y descubrió que la estaba acechando un águila negra. Cuando la culebra vio al señor le pidió un favor, qué tal si con el tiempo ella también se lo devolvía. Entonces el señor buscó palos, como estacas, les sacó punta de los dos lados y los clavó en la tierra. Entonces los puso en varios lugares, para que el águila allí se clave cuando quiera atrapar a la serpiente.
Al día siguiente el señor se fue a ver qué es lo que pasó. El águila allí estaba clavada, se trabó cuando quiso agarrar la serpiente, no pudo comerla. Bueno, entonces le dijo la culebra:
—Pues vírate un momento, vírate para que no me veas. Quita todas las estacas –el señor las quitó, arrojó el águila negra por allá y se quedó virado, no veía hacia atrás. Entonces la culebra se convirtió en una hembra. Cuando el señor viró a verla se dio cuenta que era muy simpática esa hembra. Quiso abrazarla, pero…
—No, no, no, ahorita, pérate –le dijo ella –vamos en tu casa, después allí me abrazas, vámonos.
Entonces se fueron. Ella no tenía ropa, no tenía nada, estaba desnuda. Él le buscó su ropa, le dio su hipil de mestiza, muy simpática se veía con su cabello largo y sus ojos de muchacha joven. Desde ese día vivieron juntos y tuvieron tres hijos. Bueno, un día de tantos, los localizaron las otras culebras y le dijeron a ella.
—Nosotras pensamos que te comieron.
—No, aquí vivo.
—Pasado mañana vendremos a buscarte –dijeron las culebras.
Entonces, cuando se metieron en el monte, ella espero a su marido para decirle:
—Oyes, esposo, tú ándate en el pueblo, llévate a nuestros hijos, porque ya me vinieron a ver, me tienen que llevar al monte mis compañeras las serpientes. Si te ven a ti, pues te van a comer, ándate, porque si no te van a comer. No me despido porque ya no te quiera, sino porque ha llegado mi hora de regresar.
—Ta bueno –dijo él medio triste. Al día siguiente llegaron las culebras y se la llevaron. El señor regresó a los cuatro días a ver su casa, no había nada, ni los banquillos para comer, puro monte quedó. Fue así que ese señor cuidó a sus hijos y pensando en su esposa les puso el apellido Can.[17] Fue así que nació ese apellido, eso pasó en la antigüedad.
Claudio Canul Pat,
San Andrés, Felipe Carrillo Puerto,
Quintana Roo, febrero de 2007
Ahora citamos el relato de "Laguna Ocom", un pueblo que se ubica a quince kilómetros al sur de la ciudad de Felipe Carrillo Puerto:
"Laguna Ocom"
Laguna Ocom era nomás un ranchito, allí vivía una familia pobre, muy humilde. Un día estaban en la casa sólo la mamá, su bebé y un perro. La mujer vio que el bebé estaba llorando y empezó a regañar al perro para que cuidara bien al bebé mientras ella iba por agua al pozo. Al regresar a la casa, la mujer, cargada de un púul (cántaro), entró y se dio cuenta que el perro estaba parado de dos patas, al lado del bebé que estaba en la hamaca, allí estaba ese perro meciéndole y cantándole una canción. La mujer se sorprendió así y dejó caer el púul al suelo y se rompió. El agua se regó y poco a poco se fue inundando la casa, luego el terreno se inundó también hasta que se convirtió todo en una laguna. Todos ellos alcanzaron a salir al ver que se inundaba la casa y crecía el agua. Desde entonces así fue como nació la laguna. Porque ellos salieron con vida por eso es que lo pudieron contar. Hasta la fecha se ve el ocom (estructura de la casa, sus columnas) en el fondo de la laguna. Por eso desde entonces se llama Laguna Ocom. Hoy es un rancho, allí se puede nadar y mucha gente puede divertirse allá. Eso que te cuento pasó desde que Dios hizo el mundo.
Celestino Cruz Peraza,
Chankaj Veracruz,
Felipe Carrillo Puerto,
Quintana Roo, agosto de 2006
Para ser más precisos, podría considerarse que estas voladas son relatos etiológicos porque narran el origen de elementos específicos de la cultura y no tanto de los tiempos ni del mundo. Como es bien difundido, un texto etiológico explica la causa, el nacimiento de una cosa o fenómeno natural, así como de instituciones sociales como las religiosas y políticas. El relato de "Laguna Ocom" refiere el origen de un elemento natural que ahora sirve como lugar de recreación y para pescar. En el caso del "El origen del apellido Can" tenemos el surgimiento de un elemento cultural que proviene de la relación de un campesino y una serpiente; es un texto que tiene conexiones con otros asuntos de la cosmovisión maya. La narración es relevante porque alude al personaje mítico de la Xtabay, un demonio femenino que resulta precisamente de la conversión de la serpiente en una mujer hermosa y que cuenta además con otras narraciones en formas de cuentos largos y leyendas en los poblados Chankaj Veracruz y Chan Santa Cruz. La gente de aquellos poblados cuenta que la Xtabay solía desaparecer a los hombres que andaban borrachos en las afueras del pueblo. Según palabras de don Marcelino Yam, la también conocida como Ch’aay kan es una serpiente maligna que se esconde en las ceibas (ya’axche’ob), árboles grandes y altos que en la cosmovisión maya son sagrados. En este sentido, la volada que citamos delata relaciones dentro de la cultura maya que nos hacen pensar no sólo en el origen del apellido Can, sino en la producción narrativa de una tradición oral amplia de la que sólo es una parte. De este modo, y en relación a la leyenda de la X-tabay-Ch’ay Kan, se puede citar la siguiente volada que tiene los rasgos de la leyenda:
"Ch’ay Kan"
Esto sucedió hace muchos años en un lugar llamado Chichimilá (Yucatán). En ese pueblo muchos hombres veían que una mujer hermosa se perdía en la oscuridad, que se paseaba por las calles y se salía poco a poco hacia el monte. Los hombres que la veían eran principalmente los borrachos. Un día de esos, un señor ya borracho, vio a esa mujer y le llamó la atención, porque estaba muy bonita, con su cabello largo así y su cara muy finita. Y el hombre la siguió, y sin darse cuenta cómo fue, se vio de pronto en una cueva, ya estaba en una cueva que dejaba pasar un poco de luz de la luna. Allí la X-Tabay, porque así se llama esa mujer, lo mató y dicen que se lo comió. Así poco a poco en el pueblo se dieron cuenta que los hombres se iban acabando y las mujeres se fueron quedando solas.
En una ocasión, venían dos hombres borrachos, uno más que el otro. Entonces allí en la calle, les tocó ver a esa hermosa mujer, que tenía su vestido largo y que daba forma a su cuerpo. Esos borrachos encantados la siguieron y la siguieron hasta que la vieron entrar en la cueva. Uno de ellos, el que estaba más borracho, se metió con ella, mientras el otro, que ya sabía lo que pasaba en el pueblo, no lo hizo. Se regresó y le dijo a la gente que su amigo estaba en una cueva con X-Tabay. A las seis de la tarde de ese mismo día, fueron todos con lámparas, velas y el waxako’. Esos tiempos eran de Lázaro Cárdenas, en los años treinta o cuarenta, no había luz. Los que fueron a la cueva vieron que había como quince cabezas de los señores que se habían perdido. Allí, en lo más profundo de la cueva encontraron a la X-Tabay convertida en víbora. Con el waxako’ los viejos le pegaron con ese lazo, como si fueran latigazos y la mataron. Y aunque mataron en esa ocasión a la Ch’ay kan-X-Tabay, siguen existiendo más y más, porque nunca se terminan esas culebras.
El waxako’ se podía comprar allá en Valladolid, está hecho de la fibra de henequén y se parece a una soga delgadita.
Cuando veas a un Ch’ay kan debes correr lo más rápido que puedas. A otras culebras como la boa o la ratonera, la gente no les tiene miedo. A la Ch’ay kan sí, es verde, gruesa y vive en el árbol ya’ax che’ (ceiba). Ese animal pega con la cola, pasan los meses y salen llagas, con el tiempo causa la muerte. Cuando le pegas a esa culebra con un machete, la mitad se queda jugando y la mitad se va para volver a crecer como estaba. Lo que pasó en Chichimilá fue que el waxako’ la mató, dicen que fue efectiva porque de ese material hicieron el látigo con el que le pegaron a Jesucristo. Si se le dan latigazos con el waxako’ a las Ch’ay kan pueden ser matadas, porque esos animales son del diablo. Esto me lo contó un señor llamado Guadencio Caamal, un señor de Chichimilá que era chiclero. Murió poco después de que me dio esta historia.[18]
Celestino Cruz Peraza,
Chankaj Veracruz,
Felipe Carrillo Puerto,
Quintana Roo, agosto de 2006
Entre las voladas también hay textos que al parecer son fábulas, es decir narraciones donde intervinieron animales y cosas con características humanas, aunque no con el típico desenlace que revela una moraleja. La "Volada de la tortuga", que es la narración de cómo el venado obtuvo sus cuernos y cómo la tortuga los perdió, es una fábula, aunque también podría considerarse un relato etiológico donde se explica el origen de los cuernos del venado.
"Volada de la tortuga"
Bueno, ahí va otra volada. Hay una tortuga. Esa tortuga antes llevaba cuernos, allá iba caminando por el monte, buscando su comida. Un de repente se encontró con el venado, que antes no tenía cuernos y ya de por sí estaba grande.
—Oyes man ¿A dónde vas? ¿Qué andas haciendo? –dijo el venado.
—Pues nada más yo ando, buscando algo pa comer –respondió la tortuga– apenas podía andar con sus cuernos
—Oyes man, están muy bonitos tus cuernos
—¿Si?
—Están bonitos ¿Me puedes prestar uno?
—Bueno, sí –respondió la tortuga– agarró un cuerno y el venado se lo puso en la cabeza, él estaba grande y le quedó bien.
—¡Mare! Me queda bien este cuerno, se me ve bonito ¿verdad man?
—Sí
—Ah bueno ¿no me prestas el otro?
—Sí –la tortuga se lo dio al venado y él se lo pegó en la cabeza.
—¡Mare! Se sienten bonitos –dice– oyes man ¿me permites que me aleje un poco para que veas si de lejos están bonitos?
—Sí.
Entonces el venado se alejó como tres metros.
—¿Verdad que se ven bonitos man?
—Si
—Bueno ¿Qué tal si me alejo un poco más, unos cinco metros? Pa que los veas si legalmente se ven bonitos.
—Sí.
El venado se alejó más y preguntó:
—¿Verdad que se ven bonitos?
—Sí.
—Bueno, pues me voy a alejar un poco más, para que los veas más mejor.
—Sí.
Se alejó el venado otros veinte metros, se paró tantito, pero ya luego se fue corriendo shhhhhh, hasta chiflaba de lo rápido que se fue.
—¡Mare! –se lamenta la tortuga– ya me chingó este cuate [Risas].
Por eso, año con año, al venado se le caen los cuernos y le salen otros ¿Sabes por qué? Porque no son de él, así nomás los chingó. La tortuga desde entonces ya no tiene sus cuernos, si de por sí ni podía con ellos, porque está chaparrita [risas].
Claudio Canul Pat,
San Andrés,
Felipe Carrillo Puerto,
Quintana Roo, marzo de 2009
En el caso de "Volada del ratón" (texto citado más arriba) tenemos una narración que igual pudiera considerarse fábula, aunque en su trama tenemos la presencia de personajes humanos que entran en interacción con otros que son animales y cosas.
Como ya mencionamos, las voladas son cuentos breves. Esta consideración la derivamos principalmente de las explicaciones de nuestros interlocutores, Claudio Canul Pat y Marcelino Yam Chablé. Al iniciar nuestra exposición, demostramos que las voladas son un corpus que necesita nuevas investigaciones que habrán de superar el matiz de la mera compilación antológica; las voladas y también los cuentos largos, hoy requieren que su observación y análisis sea a partir de la cosmovisión maya y de allí continuar para hacer las propias interpretaciones.[19] Los avances que hasta aquí hemos expuesto tienen que ver precisamente con la concepción de los narradores mayas, quienes afirmaron que las voladas son textos cortos para la diversión y también para la adquisición de lecciones prácticas que servirán en la vida cotidiana. Ante esto inferimos que las voladas se utilizan además para transmitir una serie de principios relevantes para la vida cotidiana, los cuales resultan de la identificación que los interlocutores experimentan al referir la vida social simbolizada en cada relato.
En relación a lo anterior, aquí demostramos que a partir de las voladas podrían hacerse ejercicios hermenéuticos sobre cuestiones antropológicas, como las relaciones sociales de género, de clase, de edad o interétnicas. El breve análisis que hicimos a La volada del rey, ha permitido señalar que dicha labor interpretativa habrá de tener un sustento etnográfico e histórico que la hagan válida. En este caso, por motivos de espacio nos hemos conformado con breves descripciones sobre el contexto presente de la vida social en las aldeas que visitamos, aunque esto bien podría enriquecerse con datos históricos sobre los procesos de dominación y resistencia que los mayas han sostenido con la sociedad mestiza y española a lo largo de su historia, los cuales han impactado de manera definitiva en sus tradiciones folclóricas, no sólo orales, sino también rituales.[20] Ejemplos como La volada del rey abundan en la narrativa actual, no sólo en forma de relatos breves, como los aquí descritos, sino en cuentos largos y en mitos que describiremos y analizaremos en el futuro.
Las voladas de los mayas también son interesantes porque posibilitan la observación de distintos géneros narrativos en los que pueden entextualizarse, por ejemplo el mito etiológico, le leyenda, la fábula o el cuento maravilloso. Si bien tenemos claro que nuestras definiciones sobre dichos géneros fueron un tanto escuetas, lo que subrayamos al final es que las voladas son relatos camaleónicos que adquieren los matices que les brinda la misma tradición oral. Por si esto fuera poco, y tomando en cuenta la identificación narrativa que los interlocutores mayas experimentan con sus voladas, podemos concluir que dichas narraciones también aportan un rico caudal de información útil para el estudio etnológico, debido a que contienen abundantes descripciones acerca de la vida cotidiana en las aldeas y en la selva. Puede ser que los personajes sean reyes, animales, campesinos, entre otros, lo relevante para nosotros es que ellos se desenvuelven en un ambiente narrativo que alude a la vida comunitaria en la zona maya. Como bien nos refieren los ejemplos citados, los personajes van a la milpa, duermen en hamacas, hacen candelas, tienen ratones en los techos, usan machetes, van a bailes y por las noches se iluminan el camino con una lámpara de mano; los animales actúan en la selva, son venados, lagartijas, jaguares, tortugas, entre otros, sólo por mencionar algunos de los elementos que aparecen en el corpus conjuntado en su totalidad.
Como dijera don Marcelino Yam, “las voladas se cuentan de volada”, esto es cierto y se comprueba fácilmente a la hora de escucharlas o al revisar sus transcripciones listas para ser difundidas o estudiadas. Sin embargo, con base en estas aproximaciones preliminares, nos hemos propuesto demostrar que la brevedad no quita lo complejo: las posibilidades de análisis que nos brindan, ya sean de tipo antropológico, semiótico, hermenéutico e incluso filológico son amplias. Estamos seguros de que hemos alcanzado esta meta principal y, para finalizar, sólo nos resta decir que aquí dejamos el tema sobre la mesa. El caso de las voladas no ha de ser único, seguramente habrá otros similares en diferentes etnias mesoamericanas, sean mayas o no, eso habrá de averiguarse en futuras compilaciones. Para cuando eso acontezca, los estudios comparativos y los debates serán fructíferos.
Bricker, Victoria, El Cristo indígena, el rey nativo. El sustrato histórico de la mitología ritual de los mayas, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1989.
Burns, Allan F., Una época de milagros: literatura oral del maya yucateco, Mérida, Yucatán, Universidad Autónoma de Yucatán, 1995.
Cuentos mayas yucatecos. U Tsikbalilo’ob Mayab (Úuchben Tsikbalo’ob), coord. de Manuel J. Andrade e Hilaria Máas Collí, vol. i, Mérida, Yucatán, México, Universidad Autónoma de Yucatán, 1990.
Dumond, Don E., El machete y la cruz. La sublevación de campesinos en Yucatán, México, D. F., Universidad Nacional Autónoma de México/ Pumsock Mesoamerican Studies, 2005.
Foucault, Michel, El orden del discurso, Barcelona, España, Tusquest (Cuadernos magistrales), 1983.
Friedman, Jonathan, “Myth, history, and political identity”, en Cultural Anthropology, núm. 2, vol. vii, 1991, pp. 194-210.
Gómez Navarrete, Javier Abelardo, Diccionario introductorio: Maya-Español. Español-Maya, Chetumal, Quintana Roo, Universidad de Quintana Roo, 2011.
Hernández Fernández, Ángel, “Hacia una clasificación estructural y temática del cuento folclórico”, en Revista de Literaturas Populares, núm. 2, julio-diciembre, 2006, pp. 153-176.
Ligorred Perramon, Francesc, Consideraciones sobre la literatura oral de los mayas modernos, México, D. F., Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1990.
Máas Collí, Hilaria, Leyendas yucatecas, Mérida, Yucatán, México, Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 1993.
Martínez Huchim, Ana Patricia, K-maaya tsikbal. Jaajil t’aan: Estudio del género cuento de la tradición oral en Maya Yucateco, el caso de Xocén, municipio de Valladolid, Yucatán, México, Tesis de licenciatura, Mérida, Universidad Autónoma de Yucatán, 1996.
Montemayor, Carlos, Arte y trama en el cuento indígena, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1998.
Núñez Núñez, Marcos, Los conflictos del cosmos. Hermenéutica del mito en la cultura maya de Quintana Roo, Tesis doctoral, Zamora de Hidalgo, El Colegio de Michoacán, 2012.
----, “Relaciones de poder y sus símbolos en los cuentos mitológicos de tradición oral. El caso de los mayas de Quintana Roo”, en AlterTexto. Revista del Departamento de Letras de la Universidad Iberoamericana, núm. 11, (consultado en 2010).
Ong, Walter, Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra, México, D. F., Fondo de Cultura Económica, 1987.
Sullivan, Paul, Conversaciones inconclusas: mayas y extranjeros entre dos guerras, México, D. F., Gedisa, 1991.
Terán, Silvia y Rasmussen, Christian, Relatos del centro del mundo. U tsikbalo’obi’ chuumuk lu’um, Mérida, Yucatán, Universidad Autónoma de Yucatán/ Gobierno del estado de Yucatán, ts. i, ii y iii, 1992.
Vapnarsky, Valentina, “Los peligros del camino: de Chan Santa Cruz a Río Hondo”, en Arqueología mexicana, núm. 14, vol. 3, julio-agosto, 1995, pp. 48-53.
Villa Rojas, Alfonso, Los elegidos de Dios. Etnografía de los mayas de Quintana Roo, México, D. F., Instituto Nacional Indigenista, 1987.