Nació de un pueblo nahuatlato de la sierra de Zongolica. En 1920 se trasladó a Orizaba para asistir a la escuela primaria, sus primeras letras las había aprendido de su madre y, trabajando en la tienda paterna, las matemáticas elementales. Tras muchas vicisitudes e interrupciones —era más necesario en el trabajo—, terminó en Tequila la instrucción primaria en el año de 1924. Inmediatamente ganó una beca para estudiar en la Escuela Normal de la ciudad de Xalapa. Siendo todavía estudiante regresó a la sierra por una temporada, para dirigir la escuela primaria de Zongolica. Finalmente pudo terminar la carrera, al mismo tiempo que daba clases en la primaria anexa a la normal en Xalapa. Fue director de la escuela de El Potrero y en 1931 profesor en la escuela cantonal de Córdoba. En 1932 fue secretario de actas de la Comisión Técnica Pedagógica, creada por el entonces director general de Educación, don Gabriel Lucio, para estudiar las reformas al artículo tercero constitucional, que culminaron con la proposición para la conversión socialista de la educación. En 1936 asumió la jefatura del Departamento de Escuelas Primarias de la Dirección General de Educación, en Xalapa, y después fue nombrado inspector escolar. A partir de 1941 dio diversas cátedras en la Escuela de Artes y Oficios, el Colegio Preparatorio y la Escuela Normal. En 1944 obtuvo su título de abogado y pasó a formar parte de la planta de maestros de la Facultad de Derecho. En 1954 fue designado director de la misma, tras ocupar la secretaría de la Facultad de Pedagogía, y en 1955 fue nombrado rector de la Universidad Veracruzana.

En la judicatura fue juez municipal, juez de primera instancia, magistrado y presidente del Tribunal Superior de Justicia, de 1968 a 1974.

Es miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua —a la que ingresó leyendo un trabajo sobre la obra de Cayetano Rodríguez Beltrán—, de la Academia Mexicana de Ciencias Penales, de la Academia Nacional de Historia y Geografía, de la Sociedad Mexicana de Criminología y del Ateneo Veracruzano.

Entre las diversas distinciones que ha obtenido destacan la medalla Enrique C. Rébsamen de la Dirección de Educación Popular, la medalla al Mérito Docente y el doctorado Honoris Causa de la Universidad Veracruzana. En 1985 recibió la medalla Alfonso Quiróz Cuarón, de la Sociedad Mexicana de Criminología.

A sus tareas como maestro y como jurista siempre ha ido unida su labor literaria, ha cultivado también el género poético. Además, es autor de varios libros sobre diversos temas humanísticos y de una Historia de la Universidad Veracruzana. Durante años ha colaborado en publicaciones periódicas, como El Dictamen, Diario de Xalapa y La Palabra y el Hombre.

De 1985 a febrero de 1990 fue jefe del Departamento Jurídico de la Unidad de Servicios Coordinados de Educación de la Secretaría de Educación Pública.

Para 1991 escribía el segundo tomo de la Historia de la Universidad Veracruzana, acababa de publicar su primera novela y corregía pruebas de su último libro de derecho procesal civil, al mismo tiempo que continuaba escribiendo poemas.

Es doctor en Ciencias Penales. Fue profesor normalista y funcionario en la Secretaría de Educación Pública (sep); impartió clases en la Escuela Normal Veracruzana, en el Colegio Preparatoriano de Xalapa y en la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana (uv), de la que llegó a ser director y rector. Fungió como juez municipal en Xalapa; juez de primera instancia de los Distritos Judiciales de Coatepec y Xalapa, magistrado del Tribunal Superior de Justicia y presidente del mismo. Ha sido asesor de la Secretaría Académica de la uv.

Aureliano Hernández Palacios, poeta y ensayista. En sus ensayos sobre criminología ha estudiado los fenómenos socioculturales y económicos que llevan a los menores a delinquir, así como las historias de la educación en Veracruz y en la Universidad Veracruzana. Es autor de una novela: Guarino. En su poesía sobresale la recreación del paisaje de su tierra veracruzana. En Voces de angustia, su primer libro de poemas, surgen la tibieza del lugar y las noches de luna de ardoroso romanticismo; en Canciones ingenuas, la naturaleza es reflejada con profundo amor.