09 dic 1988 / 21 ago 2018 10:27
Estudió la carrera de maestro y Medicina en la Universidad de Madrid. Próximo a graduarse, la Guerra Civil española lo obligó a refugiarse en Francia. Allí fue periodista y traductor. En 1943 estableció su México, donde trabajó como traductor de autores franceses y jefe de prensa en la Embajada de Francia. Llevó a cabo adaptaciones de obras clásicas importantes. Tuvo a su cargo y condujo los programas radiofónicos La guerra al día y El minuto cultural de Álvaro Arauz. Fue editor y fundador de siete colecciones teatrales: Teatro Español, Teatro Mexicano, Temas Teatrales, Teatro de Bolsillo, Teatro Francés Contemporáneo, Teatro Universal y Teatro Mexicano en el Extranjero. Fundó la primera librería especializada en Teatro y fue director de escena.
Álvaro Arauz Pallardó, promotor del teatro contemporáneo en México y crítico y traductor y estudioso de la obra de poetas y dramaturgos del Siglo de Oro, como Lope de Vega y Calderón de la Barca, y contemporáneos, sobre todo franceses. Fue también dramaturgo; en sus obras está siempre presente el tema de España, vista a partir de su experiencia histórica: Sota, caballo y rey, que utiliza sólo como pretexto literario para crear su propia verdad teatral donde está presente la tragedia española desencadenada por la Guerra Civil, como en Los leales, contenido de dolor y bajo el signo de lo irreconciliable. Ambas obras dramáticas, de impecable unidad temática y estilo sobrio, seco y cortante según exigencia de los temas tratados.
Poeta, periodista, dramaturgo, director, editor, promotor de teatro y traductor de francés. Nació en Madrid el 18 de febrero de 1911. La Guerra Civil lo llevaría a Francia y luego a México, país en el que se exilió a principios de la década de los cuarenta. Murió en la capital mexicana en 1970. En este país se desarrolló como traductor de literatura dramática a partir de la posguerra, cuando se publicaron sus traducciones de algunas obras de Anouilh, Beauvoir, Beckett, Ionesco y Sartre; por lo que se le puede considerar como un introductor del existencialismo y del absurdo al espacio literario mexicano. Así, en su doble papel de traductor y editor, Arauz enriqueció el catálogo de títulos y colecciones dedicados al género dramático, como Teatro Francés Contemporáneo (editoriales El libro perfecto y Estrella) y Teatro Contemporáneo (editoriales Intercontinental, Latina, Artes Gráficas).
Álvaro Arauz hizo la carrera de maestro y, posteriormente, estudió medicina en la Universidad de Madrid. Durante los años treinta, en su ciudad natal, demostró su vocación literaria con la publicación de dos poemarios, 33 Canciones y Voz cuerda; y de edición, con la Antología parcial de poetas andaluces. 1920–1935. Cuando estaba por graduarse de médico, la Guerra Civil española lo llevó a refugiarse con su familia en Francia, donde trabajaría como periodista y traductor. Junto con su hermano Eugenio Arauz Pallardo,[1] estuvo recluido en el campo de Argelès; de acuerdo con sus fichas de encausados, ambos fueron acusados de los delitos de masonería y comunismo.[2] Al poco tiempo, los Arauz partirían al exilio y formarían parte de los últimos contingentes (4000 españoles) que serían trasladados a México, pues luego de la ruptura de relaciones diplomáticas entre el gobierno mexicano y el régimen de Vichy en noviembre de 1942, la legación mexicana se vio obligada a suspender su apoyo a los republicanos.[3]
Junto con sus respectivas familias, Álvaro y Eugenio Arauz llegaron a México en la primavera de 1942 a bordo del barco Nyassa, originario de Casablanca.[4] Durante sus primeros años de exilio mexicano, Álvaro Arauz retomó el periodismo y la traducción, y las encauzó hacia su lucha contra el Fascismo.[5] En ese periodo de su vida, Arauz tradujo documentos de guerra recogidos y traducidos al francés: La Wilhelmstrasse y el Pardo, Documentos secretos de la guerra de España y Hitler y Mussolini. Su correspondencia secreta de guerra, ambos textos publicados en 1949. Sus artículos de combate publicados en El Nacional, La Prensa, El Popular, Últimas Noticias, Excélsior y Estampa y sus intervenciones desde los micrófonos de la cadena Radio Nacional pronto le ganaron un lugar en los medios de la época.[6] Después, gracias a las relaciones que pudo haber forjado durante su estancia en el país galo, y las que seguramente él y su hermano mantenían con los círculos intelectuales o políticos de exiliados republicanos ya asentados en México, Arauz continuó su labor periodística en la embajada francesa, donde fungió como jefe de departamento de los servicios de prensa.
A partir de 1945, año en que apareció su traducción de Juana de Arco en la Hoguera de Paul Claudel,[7] comenzó para Arauz un periodo de intensa actividad, en el que se desempeñaría como editor, promotor y traductor de textos dramáticos procedentes de la lengua francesa. Entre 1948 y 1958, trasladó al español las obras del teatro contemporáneo del existencialismo y el absurdo casi de manera simultánea a su aparición en francés (por lo general con dos años de diferencia entre la representación o la publicación de los originales). Así, en 1948 apareció La prostituta respetuosa de Sartre (estrenada en Francia en 1946) dentro de la colección Teatro Francés Contemporáneo. A la que le siguieron, del mismo autor, A puerta cerrada (1948) y Muertos sin sepultura (1949).[8]
En 1949 y 1951, tradujo sendas obras dramáticas de Colette y Simone de Beauvoir, Entre camaradas y Las bocas inútiles, respectivamente, presentadas en la Sala Molière de la Casa de Francia. Entre camaradas, Juana de Arco en la Hoguera y Muertos sin sepultura de Sartre, formaron parte de la temporada de teatro francés en castellano de 1950, de la cual Arauz era el director.[9] En julio de 1956, la traducción de Arauz de Noche deliciosa, vodevil escrito por Jacques Deval, sería presentada en el teatro Bon Soir. De este modo, Arauz comenzó a ampliar el repertorio de las obras traducidas al incluir, primero, las obras de miembros de distintas generaciones y, en los años siguientes, las de dramaturgos de distintas épocas.[10] Asimismo, fundó varias colecciones editoriales dedicadas al género como: Teatro Contemporáneo, Teatro Universal, Teatro Español, Teatro de Bolsillo, Teatro Mexicano y Temas Teatrales. Sus traducciones, colecciones y su intensa dedicación a la promoción del drama francés en general, lo posicionaron como un mediador entre este género y el espacio literario de México.
Entre su producción deben destacarse las traducciones de lo que en su momento fue el teatro más renovador de la época. Estrenada en París en 1950, la primera pieza teatral de Eugène Ionesco, La cantante calva, fue publicada en español por Arauz en 1958 (colección Teatro de Bolsillo de la editorial Intercontinental) y estrenada un año más tarde en la Sala Ródano, bajo la dirección de Antonio Passy. De este autor también tradujo Amadeo que, dirigida por José Solé, se representó durante tres semanas en el Teatro Orientación en mayo de 1960. En agosto de ese mismo año, el Teatro Orientación acogería dos obras más traducidas por Arauz: Acto sin palabras y Fin de partida de Samuel Beckett, las cuales contarían con la participación de Alejandro Jodorowsky como actor y como director respectivamente.
Además de interesarse en las obras escritas en lengua francesa, en 1950 tradujo una adaptación para teatro de El Proceso de Franz Kafka, realizada por André Gide y Jean-Louis Barrault. Como lo hiciera antes con Claudel, Arauz tradujo en 1952 otra obra inspirada en Juana de Arco, de título homónimo, pieza en doce cuadros que Maeterlink dedicara a esta figura. En esta misma línea de teatro inspirado en personajes históricos se encuentra la traducción que llevó a cabo de Yo, Napoleón, única pieza teatral escrita por el actor y director de cine Albert Dieudonné. Arauz también tradujo El baile de los ladrones, comedia ballet poco conocida de Jean Anouilh y considerada por el propio Anouilh[11] como la más representativa de su dramaturgia, personajes y temas. De la traducción de Arauz sólo se conserva una copia mecanografiada en la Biblioteca de las Artes del cenart.
Entre otros autores poco conocidos y montados en México, cuyas obras Arauz decidió traducir e incluso publicar, tenemos a dramaturgos franceses del siglo xix como Alexandre Dumas (padre) y Georges Courteline. La obra de Dumas que Arauz vertió al español bajo la categoría de “versión” fue Antony (publicada en 1963), pues de cinco actos la redujo a uno sólo, dada su predilección por los dramas en un solo acto y con carácter histórico característicos de su dramaturgia.[12] De Courteline tradujo la obra Boubouroche (mecanuscrito), pieza de dos actos publicada en 1893 y aceptada como parte del repertorio de la Comédie Française en 1910. La obra está basada en la novela corta homónima escrita por el mismo Courteline y puesta en escena por el Théâtre Libre de André Antoine, célebre cooperativa de teatro de vanguardia de finales del siglo xix que renovó la escena teatral francesa al montar y difundir la obra de autores emergentes de la época como Courteline y extranjeros de la talla de Ibsen y Strindberg.[13]
Deben mencionarse también las traducciones indirectas realizadas por Arauz de obras como La mandrágora de Maquiavelo y El convidado de piedra de Pushkin, adaptaciones al español de los textos originales, leídos probablemente en traducciones francesas.[14] La traducción de La mandrágora fue todo un éxito, pues al parecer la primera edición se agotó, lo que dio pie a la aparición de otras dos más que datan de 1960 y 1963, respectivamente. Además, fue montada en dos ocasiones, la primera en 1956 y la segunda en 1963 con el motivo de la inauguración del Teatro Coyoacán por Seki Sano, quien, a decir de Armando de María y Campos, redujo la acción de cinco a dos actos, resolviendo el movimiento de trastos por medio de procedimientos del teatro no japonés.[15] En cuanto a la obra de Pushkin, Arauz le cambió el título por el de Don Juan, pues para él éste era la figura central y permanente de la obra y no el Comendador, quien sólo aparece en un episodio. La obra sufrió también otras modificaciones, según la “advertencia” del traductor, tales como la fijación de una fecha aproximada para la acción (Arauz la situó a fines del reinado del Emperador Carlos v, “por estimar que aquellos tiempos ofrecían un mejor escenario al protagonista”), la anexión de dos canciones españolas del xvi y el uso de un lenguaje poético, ya que según Arauz, el texto de Pushkin es seco y cortante.[16] En gran medida, estos cambios están en consonancia con los temas más importantes de la obra de creación del propio Arauz, la cual se concentra en personajes que conforman la materia dramática de la tradición española como El Cid, La reina Doña Juana de Castilla, Felipe ii y Don Juan.[17] Prueba de ello es la aparición en 1965 de una edición especial de la adaptación de la obra de Pushkin, “seguida”, como el título de la edición lo indica, por su obra de creación El proceso de Don Juan.
En el último tramo de su vida, Arauz se encargó de traducir a dos figuras de los siglos xvii y xviii de la literatura francesa. Realizó la primera traducción al español de Oxitern, la única obra dramática del Marqués de Sade, cuya publicación data de 1965 (en España se publicó en 1970 por primera y única vez).[18] En este sentido, la traducción en 1964 de la comedia Georges Dandin de Molière también destaca por su singularidad en el corpus traductológico de Arauz (conformado sobre todo por obras de carácter grave). Toda esta gran labor de promoción del teatro francés le valió las condecoraciones de Las Palmas Académicas y la Legión de Honor por parte del gobierno de aquel país.
Por otra parte, Álvaro Arauz no fue solamente uno de los más importantes promotores del teatro contemporáneo en México (francés, español y mexicano), sino que también se desempeñó como crítico teatral, actividad que le permitió mantenerse en contacto con la tradición dramática en castellano. Asimismo, emprendió estudios acuciosos de la obra de poetas y dramaturgos del Siglo de Oro como Lope, Calderón y Tirso de Molina y del teatro romántico español. En su mayoría, estos trabajos se encuentran en las páginas de los estudios introductorios a las obras del Duque de Rivas, Larra, Martínez de la Rosa y García Gutiérrez, respectivamente, que publicó en la serie Los Románticos de la colección Teatro Español.
A partir de mediados de los años cincuenta, además de la difusión del teatro en el país, también se dedicó a la creación, probablemente porque la situación personal y política de Arauz y de sus compatriotas exiliados parecía más estable. En este periodo verían la luz Proceso a Don Juan (1957), Entre Medina y Olmedo (1967), Sota, caballo y rey (1960, antología de obras en un sólo acto: La reina sin sueño, Castilla vuelve a Castilla, Una tarde de 1588, publicadas individualmente en diferentes años), Morir de pie (1967), Doscientas veinte madrugadas (1967) y Medias palabras (1966), publicadas de manera individual en Ecuador, 0.º 0’ 0’’ y, de manera conjunta, en Los leales. Obra en tres partes (1968).[19] Estas obras confirman el interés de Arauz por la tradición dramática española y por obras (tres recogidas en Los leales) que revisan y resumen la Guerra Civil española y sus consecuencias para los republicanos.
En las breves notas de traducción[20] y en las “Advertencias” que acompañan cuatro de sus traducciones y cuatro de las cinco versiones de las que se tiene noticia,[21] Arauz clasifica sus textos traducidos en dos tipos: traducción y versión. Así, consideraba como traducciones aquellos textos donde la estrategia principal era la adecuación a las normas de la cultura de partida; en tanto que las versiones eran aquellos textos que buscaban la aceptabilidad de la cultura que acogería la obra traducida. De esta manera, Arauz adecuaba[22] los textos de autores más próximos a su tiempo[23] y adaptaba aquellos textos de autores de los siglos xvii, xviii y xix.[24] Con respecto a las versiones, Arauz recurrió a una serie de notas que justificaban los cambios, intervenciones y motivos que lo alejaron aún más de la literalidad del texto fuente. En este caso, se permitió más libertades interpretativas porque partió de traducciones del francés de obras originalmente escritas en ruso e italiano.
Arauz vertía sus obras utilizando su variante peninsular. Esto se hace visible con el uso del pronombre “vosotros” y todo su paradigma verbal y pronominal como forma de tratamiento exclusiva cuando un personaje o varios se dirigen a un grupo, sobre todo si el contexto es de confianza, como sucede en el caso de los personajes de Muertos sin sepultura de Sartre: grupo de compañeros, guerrilleros en cautiverio, atormentados por la espera de una muerte tortuosa e inevitable. Otro ejemplo del uso de su variante a partir de las formas de tratamiento se da en la traducción de A puerta cerrada: en ésta los tres protagonistas utilizan el pronombre “ustedes” durante la mayor parte de la obra como forma de tratamiento formal de grupo de la variante peninsular (los protagonistas son perfectos desconocidos que tratan de dar una imagen falsa de sí mismos),[25] en oposición al “vosotros” de confianza. Al final de la obra, cuando Estelle, Garcin e Inés se quitan finalmente las máscaras y descubren que ellos mismos son sus verdaderos verdugos, el “ustedes” se reemplaza por “vosotros”, confiriéndole a la obra un efecto retórico que ni la lengua original ni las variantes americanas podrían imprimirle.
Además del uso del “vosotros” como prueba del empleo de una variante peninsular, en sus traducciones o versiones también se observa la presencia de “leísmos” y “laísmos” en textos de épocas diferentes (algunos ejemplos son las traducciones de Sartre de la década de los cuarenta; Yo, Napoleón, de Dieudonné; El proceso, de Gide; Barrault de los años cincuenta; y la versión de Antony de Dumas de 1963, entre otras), propios del español occidental del norte y del centro,[26] región de la que proviene Arauz.
Además de su ardua labor como periodista y locutor de radio, sus relaciones profesionales y personales le confirieron el suficiente prestigio y probablemente hasta recursos económicos para ser libre de elegir los textos a traducir, la forma de hacerlo y el poder de hacerse visible en los mismos. Prueba de ello es que sus traducciones fueron puestas en escena por directores de la talla de Enrique Ruelas, Seki Sano, Alejandro Jodorowsky y Salvador Novo,[27] entre otros, y elogiadas por críticos teatrales de prestigio en la época como Armando de María y Campos y Rafael Solana, quienes, en sus columnas de los periódicos Novedades y Siempre!, llegaron a señalar, si bien de forma un tanto anecdótica e impresionista, que las traducciones o versiones de Arauz eran los elementos mejor logrados de los proyectos. Estos críticos las consideraban como recreaciones magistrales a las que se les podía perdonar su “infidelidad” debido a su “belleza”, a tal grado que en la crítica que Rafael Solana hace sobre el montaje de La mandrágora de Maquiavelo del 56, llega incluso a dudar que el original sea más bello que la traducción: “pero... ¿estarán realmente en el original florentino giros poéticos tan hermosos como ese de “falso como la cortesía de las aguas que se ceden el paso entre los ojos de un puente” y tantos otros igualmente bellos de que la traducción de Arauz ha hecho?”.[28]
La trayectoria de Arauz da cuenta de su gran capacidad y voluntad por involucrarse en las distintas etapas comprendidas en la producción y circulación de bienes culturales dentro de los campos del periodismo y el teatro. Específicamente en lo que respecta al espacio dramático mexicano, debe mencionarse que su trabajo no se limitó a traducir la obra encargada por alguien más, sino que él mismo iniciaba el proceso de producción en tanto que elegía la obra a traducirse. Una vez traducida, las obra tenía dos destinos: o bien era publicada en las colecciones editoriales fundadas por el propio Arauz, o se montaba en algún escenario de los teatros de la época.[29] En tanto editor, Arauz no buscó ni lo canónico ni lo ideológicamente comprometido, más bien se propuso mostrar lo que consideraba “lo más representativo de cada pueblo”.[30] No obstante, las circunstancias que determinaron su condición de transterrado lo llevaron a establecer, dentro de la colección Teatro Español, la serie Los Contemporáneos donde sólo se difundieron obras de dramaturgos españoles que se encontraban en el exilio o que no podían publicar sus trabajos en España.[31] Además, sus relaciones en el país galo, con la diplomacia francesa en México y los autores a los que traducía[32] le facilitaron la compra de derechos de las obras y, por ende, la presentación de éstas en los escenarios mexicanos. Este fue el caso de La cantante calva de Ionesco y de Fin de partida de Beckett: luego de traducirlas, Arauz se las dio a Carlos Solórzano para que las montara con la Compañía de Teatro Universitario.[33] En suma, el alcance y difusión de la práctica traductora y editorial de Arauz se insertaron en un proyecto de difusión más personal, militante y pedagógico que el de un traductor anónimo.
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