Los cuentos de Luis Enrique Gutiérrez O. M. logran unificarse en estilo por la perversa infantilidad con que los personajes narradores abordan la ironía del lenguaje, así como por la pausada transformación de los sujetos que se van adentrando en la femineidad, para llegar a ser otros y los mismos, discursivamente fragmentados. Los personajes intuyen un cerco de fatalismo contra el que luchan, oponiendo a las repeticiones de la vida, las del lenguaje, líricas en algunos casos. A veces el personaje se aferra a las analogías, como si fueran esas relaciones las tablas de salvación que lo condujeran a otros lugares, menos al suyo. Hay una nostalgia por el personaje cantor, como el de las coplas populares y el de los decires colectivos. En resumen, son dos los filones que ha encontrado Luis Enrique Gutiérrez O. M. en este libro de cuentos: la transformación del personaje por la feminización de su discurso y de sus percepciones, que pueden llevarlo a explorar el difícil territorio de la esquizofrenia. Y una perversa infantilidad provocativa.
Gloria Velázquez