El lenguaje no escapa a su calidad de herramienta, aunque igualmente admite ser utilizado para esbozar una geografía de aquello que soñamos y termina por convencernos. No es inusual que las formas del mundo hechicen a los paseantes, y más: jugar con sus posibilidades dista de ser producto del ocio. Sophie Canal nos obliga a desordenar el entorno para descubrir siluetas que habitan en la memoria del tiempo. Son geometrías como diseños verbales que invitan y repelen, angustian y pacifican, abren la partitura y cierran la libreta para que la imaginación vuele libre. La trama de la irrealidad es magnética y, por lo mismo, no puede negar las virtudes del silencio y la algarabía. Elaborar una escritura transversal, de vista seccionada, no carece de mérito y estas formas se camuflan para evitar la distracción, lo mismo que el desapego.