En el siglo XIX los apaches chiricahuas ya habían sido expulsados de su natal Arizona por la pujante civilización blanca que se extendía hacia el oeste. Atrás había quedado la llanura de los antepasados donde moraban los espíritus protectores y abundaba la caza. Emprendieron, entonces, una existencia errante y belicosa a salto de mata: lo mismo comerciaban con las pieles de bisonte y oso, que robaban ganado en pueblos y haciendas. Perseguidos por estadunidenses y mexicanos, se vieron envueltos en una guerra sanguinaria, en la que ambos bandos rivalizaban en acciones crueles e implacables. Lejos de la frontera, en una hacienda de Durango, los niños Ana y Ramón López llevaban una existencia tranquila y protegida; nunca imaginaron que iban a ser arrancados de su familia y convertidos, de la noche a la mañana, en miembros de la tribu chiracahua comandada por Jerónimo. Así empieza un relato de aventuras que aborda un aspecto poco conocido de la historia de nuestro país, así como de los rastros que en ella dejaron los legendarios jefes Jerónimo y Victorio y sus pueblos despojados de la tierra de sus orígenes.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 1993. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.
