“Los poemas de Garduño son luminosos en su intención de multiplicar los sentidos del lenguaje y escarbar en el ser danzante-estatuario hasta encontrar al ser vivo y abierto de sus posibilidades existenciales; como estallidos de imágenes, se trata de acumulaciones protéticas del ser-en-el-tiempo; pero también son desconcertantes enigmas sin solución para un lector perezoso. Su poesía no era una experiencia de la síntesis y la conclusión, sino todo lo contrario: estética que se nutría de la dispersión de la imagen y el sentido hasta la misma obliteración cognitiva (y ontológica). Se lee a Garduño no para saber, sino para dejarse ocupar por el ser y el tiempo de una estética que, mientras existan los lectores tenaces, seguirá viva.”
Alejandro Higashi