Como poeta y profundo conocedor de las aventuras artísticas de su tiempo, Octavio Paz ilumina la obra de Marcel Duchamp, revolucionario no sólo en el arte, como lo demuestra su anticipación a muchas de las actuales tendencias, sino también en la relación entre el artista y la vida. Del Gran Vidrio a los ensamblajes, Duchamp mantuvo una actitud distanciada y secreta, una ocultación de la propia obra que sólo ahora recobra toda su significación: silencio que es un lenguaje, falsa inactividad que es crítica e ironía y que, poniendo en crisis la figura misma del artista, del mito del arte, desarregla las nociones adquiridas, abre una riesgosa y deslumbrante zona a la inteligencia creadora, propone un nuevo modo de ver. Es imposible entrar en los cambiantes espacios del arte que se está haciendo hoy sin atender a las claves que nos dan el silencio y la obra de Duchamp, su acción saludablemente perturbadora.