Esta novela entrelaza dos historias. De un lado, la vida de Charles Darwin, un coleccionista que en su tiempo fue tachado de farsante y blasfemo por atreverse a argumentar que toda especie, incluyendo la humana, desciende de otra y forma parte de un proceso llamado evolución. Del otro, la extraña ruta seguida por «el último darwinista», un biólogo de nuestro tiempo que exhibe en un blog a seres humanos propuestos como mutaciones de la especie: cuerpos alterados por la manipulación de alimentos, seres cuyas mentes habitan exclusivamente el espacio virtual. ¿Qué lleva a un organismo a adaptarse a la tecnología y el mercado? ¿Por qué no intentamos una vía de escape a esta violencia infligida a nuestra naturaleza elemental? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Las vicisitudes de Darwin en el Beagle, la publicación de El origen de las especies y las consecuencias de su atrevimiento ocurren en paralelo a las complicaciones que enfrenta el último darwinista al hacer del homínido lo que Darwin hizo de fósiles y plantas. Un espécimen clasificable que con su conducta cuestiona la utilidad de sentimientos como el amor, la responsabilidad y sobre todo la validez de eso que solemos llamar «hacer el bien». La exhibición de cuerpos y casos en la red, la persecución de una sociedad que considera ilegal exhibir a su especie y el intento por descubrir las causas que nos han hecho tan distintos de los que éramos hace apenas doscientos años, culminan con una idea inquietante: la especie humana es la única plaga que al tiempo que se expande, involuciona.