La cámara de Gesell, comúnmente usada en experimentos de psicología, creada para contemplar niños en tratamiento sin que estímulos exteriores perjudiquen su ambiente, ha devenido casi siempre en instrumento policiaco. Herramienta del estado y el poder, el anonimato del cristal y el aislamiento tienen la capacidad de hacer vulnerable a cualquier hombre, destruir seguridades y fortalezas, convertir sujetos en objetos.
Ahora la cámara de Gesell se ha transformado en libro de poesía, una manera de volver a su origen terapéutico, un lugar donde se intenta de nuevo la curación por la palabra. La poesía es muchas veces el reflejo del cuerpo frente a la enfermedad de uno mismo.
Las tapas del libro son el muro y el cristal en donde observamos a un hombre que escribe, Arturo Loera, sospechosos, paciente y a la vez observador de sí mismo. Pero la curación por la palabra es insuficiente: "Hay cierta virtud que habita lo inútil/ y cierta discordancia/ entre los valores de nuestra carne/ y los valores de nuestra palabra". La poesía es un ejercicio que no salva a los hombres, ni de la muerte ni de sí mismo, pero tiene la dignidad del intento y de la permanencia frente al tiempo, aunque sea una ilusión similar. "Es necesario cantar y ser piedra./ Necesario vivir".
El segundo libro de Arturo Loera explota y reconstruye las obsesiones que antes sólo se dibujaban en su predecesor. El amor, la muerte de todas las cosas y el sentido de la poesía en un mundo que dice no necesitarla; una poesía que se disecciona a sí misma sobre el verso, que se busca observándose, retractándose, rehaciéndose. Un cristal para mirar al autor desde la comodidad de otra habitación pero también para reconocernos a nosotros mismos.
Raúl Aníbal Sánchez