Lo apodan el Güero, por ser tan mortífero como los alacranes de ese color. Y sabe, como los que más saben, que en un país como México todo el tiempo es tiempo de alacranes. Y se quiere jubilar de una gloriosa carrera como, sicario, tras un último encargo del Señor.
Pero de este juego no se sale tan fácilmente. Cuando los pasos del Güero se cruzan, por el pero de los azares, con los de un trío de inverosímiles asaltantes de banco, todos se dan cuenta de que nos son dueños de su propio destino. Y en el inexorable encuentro se juega el futuro del cártel, de los judiciales, de los sicarios, del negocio, del norte, de las entrañas de todo el país.
* Esta contraportada corresponde a la edición de 2015. La Enciclopedia de la literatura en México no se hace responsable de los contenidos y puntos de vista vertidos en ella.