Derek Walcott, galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1992, se ha distinguido por empaparse en distintas aguas, sean las del Caribe o las del mar Egeo, de donde han surgido los más grandes poemas de la historia. Esta antología, traducida por José Luis Rivas, recoge una selección de su obra desde 1946 a 2004, y muestra a un Walcott poseedor de una visión universal que lo sitúa entre las voces esenciales de nuestro tiempo.
En la poesía de Walcott dialogan Homero, Helena, Juan de Patmos, una camarera de Grecia, el sonido de los tambores de Santa Lucía, la pintura de Tiepolo, los escombros del Partenón, las figuras entre las cenizas de Pompeya, el teatro de Seamus Heaney, el pensamiento de Octavio Paz y el de Brodsky. Precisamente este último ha dicho de él que «sus palpitantes e incansables versos llegan a la lengua inglesa como oleadas que coagulan en archipiélagos de poemas sin los cuales el mapa de la literatura moderna se asemejaría al papel pintado. [...] Nos entrega un sentido de infinito encarnado en el lenguaje».