La poesía vive en los márgenes del mercado, de la moda, de los discursos oficiales. Si a esta vocación clandestina le sumamos los procedimientos de los subgéneres literarios –esa narrativa tan popular de fantasmas y crímenes– el resultado será un libro esquivo e inquietante. Es decir, este poemario: habitado por zombis, vampiras, espiritistas, musas monstruosas, desaparecidos de guerra. Mujeres cuya ausencia construye un misterio, que entran sin anunciarse en despachos decadentes y sueñas pesadillas imposibles de borrar.
Fabre nos invita a mirar desde la primera fila nuestros miedos: en poemas que podrían ser peliculas de thriller y fábula posmoderna, happenings artísticos hechos para atemorizar al desorientado públicio, cartas anónimas que se deslizan por debajo de la puerta.
¿Por qué no se le había ocurrido a nadie? En México sabemos que hay salidas del horror: una es combatir la siniestra realidad con ironía, convertir el horror en carcajada.