Una buena voz narrativa tiene un carácter inconfundible. Si expresa la sensación de una constante adversidad, podemos sospechar que las tramas principales descansan en la búsqueda de las mejores opciones para escapar a un destino funesto. Pero semejante esfuerzo no mitiga el hastío, el enojo o un cierto menosprecio por lo que nos rodea. No hay, pues, alivio ni resignación. La fatalidad y el escepticismo pueden mostrarnos una vía de conciliación interior, por más contradictoria que sea, a falta de la necesaria unidad con el mundo. Las catástrofes cotidianas ponen a prueba nuestra capacidad de crítica, sin que podamos lamentarnos siquiera por las consecuencias de nuestros propósitos.
Carlos Miranda escribe historias donde el personaje no sólo recuerda sus amargas experiencias, sino que, a cada paso, exalta sus rechazos y sus fobias así como su lealtad a todo posible fracaso. Una primera edición de este libro, más breve y con título de Noches de paz, se publicó en 1997 en una colección que reunía obras de destacados escritores hispanoamericanos.