Muchacha en la playa [...] enfoca la pasión en el cuerpo femenino, en la juventud y en el hedonismo. [...] Aguilar Carrillo no puede esquivar el Cantar de Salomón —“Si te estuvieras quieta, quietísima, delgada casi/ como paloma herida, cervatilla, quizá leona”— ni la pánica influencia de Gonzalo Rojas, a quien también cita por ahí en un epígrafe: “¿Por qué la carne, Señor, la turgencia, las células/ ahítas a lo largo del camino”. Los sentidos se vuelcan en la página y la luz del estío, en plena sazón, se traduce en playa, sol, vacaciones, arena, en un texto que se acerca a la epifanía: “Loado sea el Señor por tantas maravillas”. ¿Ernesto Cardenal, acaso? Al parecer el poeta nicaragüense parte de una situación envuelta por el dolor y aquí, más cercano a Cesare Pavese, el poeta azteca rinde culto a sus antiguos dioses en el cuerpo de la mujer.
Juan Cameron