Los disidentes del universo presenta un desfile de hombres y mujeres improbables que desafiaron flagrante y decididamente el burdo principio de homogeneización del deseo –la normalidad– que los sistemas sociales pretenden imponer al individuo. El catálogo de excentricidades y rarezas, que abarca periodos tan disímbolos como la postrimería de la Segunda Guerra Mundial en Inglaterra, los albores del siglo XIX en México, o el cenit del siglo XVIII en China, incluye a un hombre que se vuelve adicto a hacer filas; otro que mezcla su vocación de cirquero con una inexpugnable afición por mujeres con más vello facial que un primate; una colección de afectados por esa dimensión paralela a la existencia que es el tablero de ajedrez; un taxidermista que soñó y materializó monstruos que podrían haber formado parte del Manual de zoología fantástica de Borges; un sujeto cuya inapetencia por el mundo lo situó en los límites más próximos de la nulidad y un encargado de pompas fúnebres obsesionado con desmitificar las últimas palabras de personajes célebres cuyas impostadas despedidas del mundo afeaban uno de los gestos más sutiles a los que aspira el ser humano: dejar de existir.