Efraim Blanco es una especie de mago, de su chistera brotan historias a borbotones, historias que con un desparpajo verdaderamente ejemplar irrumpen en nuestra limitada visión de mundo y la iluminan, la perturban, la obligan a reconstrirse. Esta cascada de historias se concentra en la indagación del mundo, desde la fantasía y la imaginación más desaforadas asistimos a una reivindicación de la realidad, a su crisis de violencia, a la imperturbabilidad en la que nos gozamos irresponsablemente: un niño le destroza el cráneo a su padre para que aprenda a no mentir; un diablo aparece muerto en el jardín de una casa; un conejo que, en el cierre del número de magia, rabioso y veloz, devora a los niños de un solo bocado; un payaso alcohólico y sin chiste que debe morir; un mimo que en verdad es mudo. Él es un exquisito y transparente tratador de historias, un imaginero especializado en miniaturas.