En esta novela, Aurora narra su vida personal, la de los detalles hogareños, íntimos, donde la frialdad de la madre, el cariño del padre y el despertar de niña a mujer irán perfilando la trayectoria de la pequeña de los once años que ha empezado a menstruar hasta llegar a la mujer de casi sesenta que ha pasado la vida entre matrimonios y amantes buscando, además del amor, el sentirse acompañada y comprendida. En su camino descubrirá el mundo de cuatro paredes elegido por su madre; el amor generoso de su padre, el egoísmo de los hombres, pero especialmente, la incapacidad de los hombres y de las mujeres para comunicarse. Terminará por darse cuenta que el amor no es un eterno Edén, que también alberga el limbo y el infierno; es un eterno y cambiante campo de batalla donde “Esta noche, como cada noche, me arrojaré a los brazos de todos los hombres, cantando mis áes, mis íes, antes de que la aurora definitiva los despierte”. Ésta es una historia en torno de la búsqueda del amor y de uno mismo, pero es, también, una historia diferente, porque en su tono sincero, desesperado y esperanzado, podemos sentir la piel y el corazón de una mujer ante los encuentros y desencuentros de su constante búsqueda, de sus sentimientos y dudas, de sus errores y aciertos. Diferente porque prescinde de los comunes reclamos en contra de los hombres para mostrarnos un camino donde la mujer también decide, se equivoca, huye, abandona, lucha y encuentra la otra mitad de su persona: esa sirena que todas las mujeres llevan dentro de sí; mitad humanas, mitad animales.