Los protagonistas de esta historia se reconocen en el lenguaje del sexo, en la conjunción de dos soledades que viven en agonía y desesperanza la aparente calma posrevolucionaria. La tumba de Pancho Villa ha sido profanada; su cabeza ha desaparecido. El general Lorenzo Ávila, un fiel integrante de los Dorados, decide emprender la venganza. Su investigación lo lleva a destinos insospechados: un norte que se debate entre el resentimiento y la resignación; un sur desconocido que coquetea con el comunismo y un centro que se reagrupa, sin prisas, en el nombre de Cristo. En este desquiciado trayecto aparecerá la enigmática María Eugenia, quien, de manera paralela, realiza un recuento de su accidentada vida en el trajín de la historia de México. Así, en la atmósfera del trópico, al compás de sones y a la sombra de sus propios destinos trágicos, los protagonistas de esta historia se reconocen en el lenguaje del sexo, en la conjunción de dos soledades que viven en agonía y desesperanza la aparente calma posrevolucionaria.
Pedro Salmerón incursiona en la novela con esa reflexión sobre la vida que continúa después de la sangre y el acero, de las traiciones y las glorias; sobre los asuntos aún pendientes, a cien años de la Revolución mexicana.