Para describir su propia labor como ensayista, Álvaro Uribe escribió: «El ensayo es la otra mitad de la autobiografía: su parte ideal». Leo a Biorges es un mosaico taraceado de azulejos literarios con las experiencias de la cotidianeidad que conforman una reflexión sobre la labor del escritor. El título de este volumen responde a la lectura que Uribe hace del diario de Bioy Casares acerca de Borges, a quienes considera inextricablemente unidos. Sembrados de perspicacia y de un salubre humor cáustico, en estos ensayos que versan sobre temáticas a priori dispares, como el ecoturismo, el cine, el riesgo de caminar en la ciudad de México o la arbitrariedad de los certámenes literarios, Uribe destaca el valor supremo del sonido, como si escribiera en voz alta, y no por una pulsión poética de fondo, sino por componer «prosa, nada más prosa, como la quería Flaubert»: el cuidado exquisito de los tiempos verbales, los matices de los adjetivos, la sonoridad de los nombres de los personajes y el equilibro de cada estructura. Un trabajo artesanal minucioso y delicado, de refinada erudición, presenciado por Borges desde una fotografía junto al escritorio: «me gusta pensar que todo lo que hago le rinde homenaje, aun cuando esta idea se la deba no a él sino a mi no menos maestro Augusto Monterroso».